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En qué se diferencia una mujer sabia de una inteligente

Las grandes diferencias entre una mujer inteligente y una mujer sabia, explicadas por un psicólogo.

  • — Cuando la mujer inteligente descubra un error de su marido, se lo restregará en su nariz y le dirá que ella se lo había advertido
    — La mujer sabia lo apoyará, lo alentará y a veces hará como que no se ha percatado de nada
  • — En una situación de crisis, la mujer inteligente tomará las riendas del asunto y le enseñará a su marido cómo vivir correctamente
    — La mujer sabia le mostrará sutilmente el camino y lo apoyará si desea ir hacia allá.
  • — La mujer inteligente enseñará matemáticas a sus hijos a como dé lugar
    — La sabia ve a sus hijos como individuos con habilidades y deseos propios
  • — En el trabajo, la mujer inteligente intentará con todas sus fuerzas ser mejor que los demás y no cometer errores, aunque eso signifique que la mayoría de sus colegas la trate con mucha precaución y recelo.
    — La mujer sabia creará una atmósfera cálida y de amor entre sus compañeros.
  • — La mujer inteligente va a tratar de inmiscuírse en la vida de sus hijos adultos, darles consejos que nadie le ha pedido, y recomendaciones acerca de cómo criar a sus propios hijos.
    — La mujer sabia permitirá a sus hijos ganar experiencia por su cuenta, y los apoyará en cualquier situación.
  • — La mujer inteligente batallará constantemente contra la influencia de la suegra en su familia, intentará dejar en claro su independencia y será conflictiva cuando intente darle consejos.
    — La mujer sabia aprenderá a sonreir, escuchar en silencio y a estar de acuerdo. Y hará luego todo a su manera, con amor.
  • — La mujer inteligente querrá cambiar el mundo, y cambiar a todos a su alrededor.
    — La mujer sabia empezará por cambiarse a sí misma, y aceptará a los demás tal y como son.
  • — La mujer inteligente pensará que es feliz quien tiene la razón
    — La mujer sabia sabe que tiene la razon quien es feliz.

El coleccionista de insultos, una excelente enseñanza

Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario. Cierto día un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos pasó por la casa del viejo. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba que el adversario hiciera su primer movimiento y, gracias a su inteligencia privilegiada para captar los errores, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una batalla. Conociendo la reputación del viejo samurai, estaba allí para derrotarlo y aumentar aún más su fama.

Los estudiantes de zen que se encontraban presentes se manifestaron contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío. Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad, donde el joven empezó a provocar al viejo. Arrojó algunas piedras en su dirección, lo escupió en la cara y le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante varias horas hizo todo lo posible por sacarlo de casillas, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró de la plaza.

Decepcionado por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:
– ¿Cómo ha podido soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo que podría perder la lucha, en vez de mostrarse como un cobarde ante todos nosotros?

El viejo samurai repuso:
– Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?
– Por supuesto, a quien intentó entregarlo -respondió uno de los discípulos.
– Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos -añadió el maestro-. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.

Nadie nos agrede o nos hace sentir mal: somos los que decidimos cómo sentirnos. No culpemos a nadie por nuestros sentimientos: somos los únicos responsables de ellos. Eso es lo que se llama asertividad.

La paz perfecta, una eleccion realmente sabia

Cierto rey prometió un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos lo intentaron. El rey observó y admiró todas las obras, pero solamente hubo dos que en verdad le gustaron.

La primera mostraba un lago muy tranquilo, espejo perfecto donde se reflejaban las montañas circundantes. Sobre ellas se encontraba un cielo azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura estuvieron de acuerdo en que reflejaba la paz perfecta.

La segunda también tenía montañas, pero estas eran escabrosas. Sobre ellas había un cielo oscuro, del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua.

Esta imagen no se revelaba para nada pacífica. Pero cuando el rey analizó el cuadro más cuidadosamente, observó que tras la cascada, en una grieta, crecía un delicado arbusto. En él había un nido y allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, un pajarito.

¿Cuál cree usted que fue la pintura ganadora? El rey escogió la segunda. La paz -explicó- no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin dolor. Significa que, aun en medio de estas circunstancias, nuestro corazón puede permanecer en calma

La felicidad escondida, descubrela!

Un poco antes de que la humanidad existiera, se reunieron varios duendes, para hacer una travesura. Uno de ellos dijo:

– Debemos quitarles algo a los seres humanos, pero, ¿qué?

Después de mucho pensar, uno dijo:

– ¡Ya sé! Vamos a quitarles la felicidad. El problema es dónde esconderla para que no puedan encontrarla.

Propuso el primero:

– Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo.

– No, recuerda que tienen fuerza; alguno podría subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán dónde está -replicó otro.

Se escuchó una nueva propuesta:

– Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar.

Otro señaló:

– No, no olvides que son curiosos, alguno podría construir un aparato para bajar, y entonces la encontrarán.

– Escondámosla en un planeta bien lejano de la Tierra -propuso otro.

– No -le dijeron. Recuerda que les dieron inteligencia, y un día alguno va a construir una nave para viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad.

El duende más veterano, que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas, dijo:

– Creo saber dónde ponerla para que nunca la encuentren.

Todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono:

– ¿Dónde?

– La esconderemos dentro de ellos mismos; estarán tan ocupados buscándola afuera que nunca la encontrarán.

Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así: el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la lleva consigo.

Cuando «El eco» nos ayuda a entender la vida…

Un padre y su hijo estaban caminando en las montañas. De repente, el hijo se cayó, lastimándose, y gritó:

– ¡Aaaaaayyyy!

Para su sorpresa, oyó una voz que repetía, en algún lugar de la montaña:

– ¡Aaaaaayyyy!

Con curiosidad, el niño gritó:

– ¿Quién está ahí?

Y recibió esta respuesta:

– ¿Quién está ahí?

Enojado, gritó:

– ¡Cobarde!

Y escuchó:

– ¡Cobarde!

El niño miró al padre y le preguntó:

– ¿Qué sucede, papá?

El hombre, sonriendo, le dijo:

– Hijo mío, presta atención -y gritó hacia la montaña-: ¡Te admiro!

Y la voz le respondió:

– ¡Te admiro!

De nuevo, el hombre gritó:

– ¡Eres un campeón!

Y la voz le respondió:

– ¡Eres un campeón!

El niño estaba asombrado, pero no entendía nada. Entonces el padre le explicó:

– La gente lo llama eco, pero en realidad es la vida. Te devuelve todo lo que dices o haces.

Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones. Si desea más amor en el mundo, cree más amor a su alrededor. Si anhela felicidad, dé felicidad a quienes lo rodean. Si quiere una sonrisa en el alma, dé una sonrisa al alma de las personas que conoce. Esto se aplica a todos los aspectos de la vida. Ella nos da de regreso exactamente lo que le hemos dado. Nuestra vida no es una coincidencia, sino un reflejo de nosotros mismos.

Dialogos absurdos en juicios reales

Del libro ‘Desorden en el tribunal’. Son cosas que personas reales dijeron en juicios verdaderos, y que fueron transcriptas textualmente por los taquígrafos que tuvieron que permanecer en calma mientras estos diálogos realmente sucedían…

Abogado: Cuál es la fecha de su cumpleaños?
Testigo: 15 de julio.
Abogado: Qué año?
Testigo: Todos los años.

Abogado: Esa enfermedad, la miastenia gravis, afecta su memoria?
Testigo: Sí…
Abogado: Y, cómo le afecta la memoria?
Testigo: Se me olvidan las cosas…
Abogado: Se le olvidan… Puede darnos un ejemplo de algo que se le haya olvidado?

Abogado: Qué edad tiene su hijo?
Testigo: 33 ó 38, no me acuerdo.
Abogado: Hace cuanto tiempo él vive con usted?
Testigo: Hace 45 años.

Abogado: Usted es médico especialista en neurocirugía?
Testigo: Sí
Abogado: Sabe leer y escribir?
Testigo: Usted que cree?

Abogado: Qué fue lo primero que su marido dijo aquella mañana?
Testigo: Dijo, ‘dónde estoy Betty…?’
Abogado: Y por eso usted se enojó tanto?
Testigo: Mi nombre es Celia.

Abogado: Su hijo más joven, el de 20 años….
Testigo: Sí.
Abogado: ¿Qué edad tiene?

Abogado: Sobre esta foto suya… usted estaba presente cuando fue sacada?

Abogado: Entonces, la fecha de concepción de su bebé es 8 de agosto?
Testigo: Sí
Abogado: Y… qué estaba usted haciendo ese día?

Abogado: Ella tenía 3 hijos, verdad?
Testigo: Verdad.
Abogado: Cuántos niños?
Testigo: Ninguno
Abogado: Y… cuántas niñas?

Abogado: Sr. Marcos, por qué se acabó su primer matrimonio?
Testigo: Por muerte del cónyuge.
Abogado: Y por muerte de cuál cónyuge se acabó?

Abogado: Podría describir al sospechoso?
Testigo: Tenía estatura mediana y usaba barba.
Abogado: Y era hombre o mujer?

Abogado: Doctor, cuántas autopsias usted ya realizó en personas muertas?
Testigo: Todas las autopsias que hice fueron en personas muertas…

Abogado: Aquí en la Corte, para cada pregunta que yo le haga, la respuesta debe ser oral, o.k?
A qué escuela va usted?
Testigo: Oral.

Abogado: Doctor, usted recuerda a qué hora comenzó a examinar el cuerpo de la víctima?
Testigo: Sí, la autopsia comenzó a las 08:30 p.m.
Abogado: Y el Sr. Decio ya estaba muerto a esa hora?
Testigo: No… él estaba sentado en la camilla, preguntándose por qué yo estaba haciendo una autopsia en él?

Y AHORA, COMO FIN DE FIESTA, AQUÍ VIENE EL MEJOR DE TODOS:
Abogado: Doctor, antes de hacer la autopsia, usted tomó el pulso de la víctima?
Testigo: No.
Abogado: Usted tomó la presión arterial?
Testigo: No.
Abogado: Usted chequeó la respiración?
Testigo: No.
Abogado: Entonces, es posible que la víctima estuviera viva cuando la autopsia comenzó?
Testigo: No.
Abogado: Cómo usted puede tener tanta seguridad?
Testigo: Porque el cerebro del paciente estaba en una jarra sobre la mesa.
Abogado: Pero, él podría estar vivo?
Testigo: Sí, es posible que él estuviera vivo y estudiando Derecho en la misma facultad que usted se graduó!!!

Una emotiva carta de un padre a su hijo.

No prometo, hijo mio, impedir que tropieces, ni estar pegado a ti para asistirte en la caída. Te estorbaría mi excesiva protección, y te haria extremadamente dependiente. Pero prometo estar ahi, para cuidar tus raspones.

No prometo, hijo mio, heredarte mi experiencia. No podría ser tuya. Tendrías que adquirirla en carne propia. Pero prometo estar disponible cuando solicites mi consejo.

No prometo, hijo mio, solucionar tus problemas, aunque lo haría todo por ti. La solución suele estar en tus manos y no en las mias, pero prometo ayudarte en lo posible y escucharte cuando quieras desahogarte.

No prometo, hijo mio, evitarte sufrimientos, no puedo cegarte a la realidad, porque aveces sufrir es necesario para aprender a ser fuerte, pero prometo ofrecerte mi hombro, cuando necesites consuelo.

No prometo, hijo mio, darte todo lo que quieras. En todo caso es mejor que aprendas a dar los caprichos y las modas no son importantes pues se olvidan en cuanto se consiguen, pero prometo hacer el mayor esfuerzo para darte lo necesario.

No prometo, hijo mio, que serás tú el centro de mi atención, necesito también atender otros asuntos por tu bienestar y el de toda la familia, pero prometo no descuidarte y dedicar un tiempo especial, solo para ti.

No prometo, hijo mio, caerte bien en todo momento, a veces no te gustará lo que yo diga o haga, porque tengo la obligación de guiarte por el camino correcto. Pero prometo no maltratarte ni humillarte cuando te corrija.

No prometo, hijo mio, que serás un niño mimado, a la larga te haria mucho daño. Pero te prometo que serás mi niño querido.

No prometo, hijo mio, estar a tu lado siempre, soy mortal como cualquier humano. Pero prometo enseñarte que si existe un Padre que si es eterno a quien podrás acudir siempre que quieras.

No prometo, hijo mio, ser un padre perfecto, pero prometo poner todo mi amor en el intento…

Luego de leer esta historia no pude contener las lágrimas

El día que mi Hija nació, en verdad no sentí gran
alegría por que la decepción que sentía parecía ser
más grande que el gran acontecimiento que representa
tener una hija: ¡Yo quería un varón!

A los dos días de haber nacido, fui a buscar a mis
dos mujeres, una lucía pálida y agotada y la otra
radiante y dormilona.

En pocos meses me dejé cautivar por la sonrisita de
mi Carmencita y por la infinita inocencia de su mirada
fija y penetrante, fue entonces cuando empecé a amarla
con locura. Su carita, su sonrisita y su mirada no se
apartaban ni por un instante de mis pensamientos, todo
se lo quería comprar, la miraba en cada niño o niña,
hacía planes sobre planes, todo sería para mi Carmencita.

Este relato era contado a menudo por Randolf, el
padre de Carmencita y Yo también sentía gran afecto
por la niña que era la razón más grande para vivir de
Randolf, según decía el mismo.

Una tarde estaba mi familia y la de Randolf haciendo un picnic a la orilla de un río cerca de casa y la niña entabló una conversación con su papá, todos escuchábamos:
– Papi,… cuando cumpla quince años, ¿cuál será mi regalo?
– Pero mi amor, si apenas tienes diez añitos, ¿no te
parece que falta mucho para esa fecha?
– Bueno papito,… tu siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí.
La conversación se extendía y todos participamos de
ella. Al caer el sol regresamos a nuestras casas.

Una mañana me encontré con Randolf enfrente del colegio donde estudiaba Carmencita quien ya tenía
catorce años. Randolf se veía muy contento y la
sonrisa no se apartaba de su rostro. Con gran orgullo
me mostraba las calificaciones de Carmencita, eran
notas impresionantes, ninguna bajaba de diez puntos y
los estímulos que les habían escrito sus profesores
eran realmente conmovedores. Felicité al dichoso papá.
Carmencita ocupaba toda la alegría de la casa, en la
mente y en el corazón de la familia, especialmente en
el de su papá.

Fue un domingo muy temprano cuando nos dirigíamos a
misa, cuando Carmencita tropezó con algo, eso creíamos
todos y dio un traspié. Su papá la agarró de inmediato
para que no cayera… Ya instalados en la iglesia,
vimos como Carmencita fue cayendo lentamente sobre el
banco y casi perdió el conocimiento.
La tomamos en brazos, mientras su papá buscaba un
taxi hacia el hospital.
Allí permaneció por diez días y fue entonces cuando
le informaron que su hija padecía una grave enfermedad
que afectaba seriamente su corazón, pero no era algo
definitivo, qué debía practicarle otras pruebas para
llegar a un diagnóstico firme.
Los días iban pasando, Randolf renunció a su trabajo
para dedicarse al cuidado de Carmencita, su madre quería hacerlo pero decidieron que ella trabajaría, pues sus ingresos eran superiores a los de él.

Una mañana Randolf se encontraba al lado de su hija,
cuando ella le preguntó:
– Voy a morir, ¿no es cierto? ¿Te lo dijeron los
doctores?
– No mi amor… no vas a morir, Dios que es tan
grande, no permitiría que pierda lo que más he amado
sobre este mundo, respondió el padre.
– ¿Van a algún lugar?
– ¿Pueden ver desde lo alto a su familia?
– ¿Sabes si pueden volver? preguntaba su Hija.
– Bueno hija,… en verdad nadie ha regresado de
allá a contar algo sobre eso, pero si yo muriera, no
te dejaría sola, estando en el más allá buscaría la
manera de comunicarme contigo, en última instancia
utilizaría el viento para venir a verte.
– ¿Al viento? ¿Y cómo lo harías?
– No tengo la menor idea hijita, solo sé que si
algún día muero, sentirás que estoy contigo, cuando un
suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus
mejillas.
Ese mismo día por la tarde, llamaron a Randolf, el
asunto era grave, su hija estaba muriendo. Necesitaban
un corazón, pues el de ella no resistiría sino unos
quince o veinte días más: ¡UN CORAZÓN!
– ¿Dónde hallar un corazón?
– ¡Un corazón!
– ¿Dónde… Dios mío?

Ese mismo mes, Carmencita cumpliría sus quince años.
Y fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un
donante, una esperanza iluminó los ojos de todos, las
cosas iban a cambiar.
El domingo por la tarde ya Carmencita estaba operada, todo salió como los médicos lo habían
planeado. ¡Éxito total! Sin embargo, Randolf todavía
no había vuelto por el hospital y Carmencita lo
extrañaba muchísimo. Su mamá le decía que ya todo
estaba muy bien y que su papito sería el que
trabajaría para sostener la familia.
Carmencita permaneció en el hospital por quince días
más, los médicos no habían querido dejarla ir hasta
que su corazón estuviera firme y fuerte y así lo
hicieron.

Al llegar a casa todos se sentaron en un enorme sofá
y su mamá con los ojos llenos de lágrimas le entregó
una carta de su padre:
«Carmencita, hijita de mi corazón: Al momento de leer mi carta, ya debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho. Esa fue la promesa que me hicieron los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuánto lamento no estar a tu lado en este instante.
Cuando supe que ibas a morir, decidí dar respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenías diez añitos y a la cual no respondí. Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás haría por mi hija… Te regalo mi vida entera sin condición alguna, para que hagas con ella lo que quieras.
– ¡¡Vive hija!! ¡¡Te amo con todo mi corazón!! »
Carmencita lloró todo el día y toda la noche. Al día
siguiente fue al cementerio y se sentó sobre la tumba
de su papá. Lloró como nadie lo ha hecho y susurró:
– «Papi… ahora puedo comprender cuanto me amabas.
Yo también te amaba y aunque nunca te lo dije, ahora
comprendo la importancia de decir «Te Amo» y te
pediría perdón por haber guardado silencio tantas
veces».
En ese instante las copas de los árboles se mecieron
suavemente, cayeron algunas hojas y florecillas, y una
suave brisa rozó las mejillas de Carmencita, alzó la
mirada al cielo, intentó secar las lagrimas de su
rostro, se levantó y emprendió el regreso a su hogar.

Conmovedora historia con una gran enseñanza

Corrí al supermercado para comprar unos regalitos, que no había podido comprar antes.
Cuando vi tanta gente en el supermercado, comencé a hacerme reclamos a mi misma, esto iba a demorar un horror , y yo todavía tenía tantas cosas por hacer y otros lugares a donde ir.
Sin darme cuenta, fui andando hasta la sección de juguetes, y ahí comencé a ver los precios, imaginando si los niños realmente juegan con esos juguetes tan caros.

Mientras yo recorría la sección de juguetes, noté que un niño de más o menos 5 años presionaba una muñeca contra su pecho. El acariciaba el cabello de la muñeca y se veía tan triste, me quedé tratando de imaginar para quien sería aquella muñeca que él tanto apretaba.
El niño se dió la vuelta hacia una señora que estaba cerca de él y le dijo: «Vovó, tú estás segura que no tengo suficiente dinero como para comprar esta muñeca?»
hipocresia
La señora respondió: «Tú sabes que tu dinero no es suficiente, querido mio!» Y le dijo al niño que él podía quedarse mirando los juguetes por 5 minutos más mientras ella iba a ver otras cosas.

El pequeño apretaba la muñeca entre sus manos. Finalmente yo empecé a andar en dirección al niño y le pregunté para quién quería esa muñeca. El me respondió: «Esta es la muñeca que mi hermana adoraba y que quería que la regalaran. Ella estaba tan segura de que Papá le regalaría esta muñeca en este año.»
Yo le dije: «No te preocupes tanto, yo estoy segura que él le dará esa muñeca a tu hermana.»historia increible

Pero él muy triste me dijo :
«No, Papá no podrá llevar la muñeca a donde ella está ahora. Yo tengo que darle esta muñeca a mi Mamá, así ella podrá entregar la muñeca a mi hermana cuando ella vaya para allá.»
Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras él decía: «Mi hermana tuvo que irse para siempre. Mi Papá me dijo que mi Mamá también se irá para estar junto a ella dentro de poco. Entonces yo pensé que Mamá podría llevar la muñeca con ella para entregarla a mi hermana…»

Mi corazón dejó de latir. Aquel niñito me quedó mirando y me dijo: “Yo le pedí a Papá que le diga a Mamá que no se vaya todavía. Y le pedí a él que esperara hasta que yo vuelva del supermercado.» Después él me mostró una foto muy bonita de él riendo, y me dijo: “Yo también quiero que Mamá lleve esta foto, así ella también no se olvidará de mi. Yo amo a mi Mamá y quisiera que ella no tuviera que partir ahora, pero mi Papá dice que ella tiene que irse para acompañar a mi hermanita.»

Ahí él se quedó mirando a la muñeca con sus ojos muy tristes y muy quietito. Yo rápidamente saqué mi cartera y tomé unos billetes y le dije al niñito: “Y si contáramos de nuevo tu dinero, sólo para tener la seguridad de que tienes suficiente dinero como para comprar la muñeca?» Coloqué mis billetes junto a su dinero, sin que él se diera cuenta, y comenzamos a contar el dinero.

Después de que lo contamos, el dinero alcanzaba para comprar la muñeca y hasta sobraba un poco. Entonces el niñito dijo: “Gracias Señor por atender mi pedido y darme el suficiente dinero para comprar la muñeca» Entonces él me miró y me dijo: “Anoche antes de ir a dormir le pedí a Dios que hiciera que yo tuviera el suficiente dinero para comprar la muñeca, así mi Mamá podría llevar la muñeca. El me oyó… es que yo también quería un poco más de dinero para comprar una rosa blanca para mi Mamá, pero no osaba pedir mas nada a Dios, pero él me dió lo suficiente para poder comprar la muñeca y la rosa blanca. 
Sabe Ud., mi Mamá adora las rosas blancas.»

Unos minutos después, la señora regresó y yo me fui sin que nadie se diera cuenta. Terminé mis compras en un estado totalmente diferente al que había comenzado. Mientras tanto yo no conseguía sacar a aquel niñito de mi pensamiento.

Entonces me acordé de una noticia en el periódico local de hace dos días, cuando mencionaban que un hombre borracho en una camioneta chocó contra otro carro, y que en el otro carro estaban una señora jóven con una niñita. La pequeña había fallecido en ese mismo momento y la madre estaba en estado grave en la Unidad de Cuidados Intensivos y que la familia había decidido desconectar las máquinas, en vista de que la jóven no saldría del estado de coma.

Yo pensé, será que esta era la família de aquel niñito? Dos días después me encontré con el niñito, yo leí en el periódico que la jóven señora había fallecido. Yo no me pude contener y salí a comprar rosas blancas, fui al velorio de aquella jóven…. Ella estaba sujetando una linda rosa blanca en sus manos, junto con la foto del niñito y con la muñeca en su pecho. Yo salí de ahí llorando, sintiendo que mi vida había cambiado para siempre

El amor de aquel pequeño por su Madre y hermana continúa grabado en mi memoria hasta hoy.
Es difícil creer e imaginar que en una fracción de segundos, alguien alcoholizado había acabado con todo lo que tenía este niño….