Sonrie Para Vivir Mejor | Cosas que inspiran, cosas que intrigan y cosas que deberían ser vistas. Compártelas! | Página 233

Sumate a la causa: Regalar sonrisas!

El concepto es muy simple: «Enviar y recibir sonrisas»

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Creo que de alguna forma los buenos deseos funcionan como una energia que se expande y ayuda.

Tal vez vuelva a mi o a ti, y si no vuelve no importa, nos basta con alguna vez provocar una sonrisa o ayudarle a los demás con sus vidas diarias.

15 diseños de uñas fantásticos para estas navidades

1. Recorta una cinta adhesiva de esta forma para crear un fantástico árbol de Navidad en tus uñas. Para terminar el look, puedes utilizar un diamante de imitación o una estrella, para la parte superior del árbol
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2. Utiliza lentejuelas y purpurina para decorar los árboles de Navidad de tus uñas
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3. Utiliza varios diseños como estos en tus uñas para surtirlas de un espíritu navideño sin parangón. Dibuja copos de nieve, adornos o envolturas de regalos, entre otros
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4. Esta tonalidad de burdeos es perfecta para estas fiestas. Si no te gustan muy recargadas, solo tienes que pintar suavemente un árbol con esmalte de purpurina verde, tal y como puedes ver a continuación
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5. Para una apariencia más invernal, puedes probar con estos muñecos de nieve
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6. Este diseño es espectacular. La parte azul nos recuerda a un carámbano de hielo que, en contraste con los árboles blancos decorados en la uña del dedo anular, forman el tándem perfecto
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7. La manicura francesa en negro es un truco muy audaz para combinar con cualquier color que hayáis escogido para llevar en estas fiestas. Como motivo navideño un árbol negro y, para el acabado, no te olvides de similar unos copos de nieve con esmalte blanco
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8. El rojo y el verde son los tonos por excelencia de la navidad. La uña roja de lentejuelas añade la chispa al diseño, mientras que los lunares le dan un toque divertido
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9. Un diseño divertidísimo que incluye al propio Santa Claus, su cinturón, el árbol y los regalos
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10. Entre los rojos y verdes navideños, no te olvides de introducir uno o varios diseños que acentúen la originalidad
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11. También podéis optar por hacer un árbol de navidad con distintas bolas de colores, formando un triángulo. Una base roja brillante es una reminiscencia a la noche estrellada. Añadir unos bastones de caramelo, acebo y unos cuantos copos de nieve para dar aún más brillo a este diseño deslumbrante
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12. Este diseño tiene que ver con el brillo. Pintar un árbol de navidad de purpurina verde sobre una base brillante y tus uñas lucirán resplandecientes
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13. Puedes probar otros colores y pintar, de igual modo, un árbol de navidad en cada una de tus manos
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14. Este diseño de bastones de caramelo es un patrón muy divertido para probar esta temporada navideña
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15. Un árbol plateado resaltará estupendamente sobre un fondo de verdes craquelados
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El regalo furtivo

Un chico había nacido con una enfermedad que no tenía cura. A sus 17 años, podía morir en cualquier momento. Siempre había permanecido en casa, al cuidado de su madre, pero estaba harto y decidió salir solo por una vez. Visitó muchos almacenes y, al pasar por uno de música, vio a una jovencita primorosa de su misma edad. Fue amor a primera vista. Abrió la puerta y entró sin mirar nada que no fuera ella. Acercándose poco a poco, llegó al mostrador donde se encontraba la chica, que lo miró y le dijo, con una sonrisa:

– ¿Te puedo ayudar en algo?

Él pensó que era la sonrisa más hermosa que había visto en toda su vida. Sintió deseos de besarla en ese instante. Tartamudeando, le dijo:

– Sí, eeehhh, uuuhhh… me gustaría comprar un disco -y sin pensarlo, tomó el primero que vio y le dio el dinero.

– ¿Quieres que te lo envuelva? -preguntó la joven, sonriendo de nuevo.

Él asintió con la cabeza y ella fue a la oficina, para volver con el paquete envuelto. Lo tomó y se fue.

Desde entonces, todos los días visitaba la tienda y compraba un disco. La muchacha siempre lo envolvía, y él se lo llevaba y lo guardaba en su clóset. Era muy tímido para invitarla a salir y, aunque trataba, no podía. Su mamá se dio cuenta y le dio ánimo, así que al día siguiente él se armó de coraje y se dirigió a la tienda. Compró un disco y, como siempre, ella se fue a envolverlo. Él tomó el paquete y, mientras la joven no lo miraba, dejó su número de teléfono en el mostrador y salió corriendo.

Al otro día, repicó el teléfono de la casa y la mamá contestó. Era la muchacha del almacén, preguntando por su hijo. La señora comenzó a llorar y le dijo:

– ¿No lo sabes? Murió ayer.

Hubo un silencio prolongado, roto solamente por los sollozos de la madre. Días más tarde, la señora entró en el cuarto de su hijo. Al abrir el clóset, se topó con montones de cajitas en papel de regalo. Como esto le causó curiosidad, tomó uno de los paquetes y se sentó sobre la cama para abrirlo. Al hacerlo, un pequeño pedazo de papel salió de la cajita plástica. Era una nota que decía: «¡Hola! Estás muy guapo. ¿Quiéres salir conmigo? Te quiere, Sofía».

Con emoción, la madre abrió otro paquete, y otro, y otro, y al hacerlo encontró muchas notas; todas decían lo mismo con distintas palabras.

Así es la vida: no espere demasiado para decirle a alguien especial lo que siente. Dígalo hoy: mañana puede ser muy tarde.

Ascender por resultados

Juan trabajaba en una empresa hacía dos años. Era muy serio, dedicado y cumplidor de sus obligaciones. Llegaba puntual y estaba orgulloso de que no haber recibido nunca una amonestación. Cierto día, buscó al gerente para hacerle un reclamo:

– Señor, trabajo en la empresa hace dos años con bastante esmero y estoy a gusto con mi puesto, pero siento que he sido dejado de lado. Mire, Fernando ingresó a un puesto igual al mío hace sólo seis meses y ya ha sido promovido a supervisor.

– ¡Ajá! -contestó el gerente. Y mostrando cierta preocupación le dijo-: Mientras resolvemos esto quisiera pedirte que me ayudes con un problema. Quiero dar fruta para la sobremesa del almuerzo de hoy. Por favor, averigua si en la tienda de enfrente tienen frutas frescas.

Juan se esmeró en cumplir con el encargo y a los cinco minutos estaba de vuelta.

– Bien, ¿qué averiguaste?
– Señor, tienen naranjas para la venta.
– ¿Y cuánto cuestan?
– ¡Ah! No pregunté.
– Bien. ¿Viste si tenían suficientes naranjas para todo el personal?
– Tampoco pregunté eso.
– ¿Hay alguna fruta que pueda sustituir la naranja?
– No lo sé, señor, pero creo que…
– Bueno, siéntate un momento.

El gerente cogió el teléfono e hizo llamar a Fernando. Cuando se presentó, le dió las mismas instrucciones que a Juan, y en diez minutos estaba de vuelta. El gerente le preguntó:

– Bien, Fernando, ¿qué noticias me traes?
– Señor, tienen naranjas, las suficientes para atender a todo el personal, y si prefiere, tienen bananos, papayas, melones y mangos. La naranja está a 150 pesos el kilo; el banano, a 220 pesos la mano; el mango, a 90 pesos el kilo; la papaya y el melón, a 280 pesos el kilo. Me dicen que si la compra es por cantidades, nos darán un descuento de diez por ciento. Dejé separadas las naranjas, pero si usted escoge otra fruta debo regresar para confirmar el pedido.
– Muchas gracias, Fernando. Espera un momento.

Entonces se dirigió a Juan, que aún seguía allí:

– Juan, ¿qué me decías?
– Nada, señor… eso es todo. Con su permiso.

Hoy en día reclamamos empoderamiento. Es decir, que los jefes otorguen a sus subalternos la posibilidad de tomar decisiones y responsabilidades por ellas. Pero, ¿están los empleados asumiendo esta función de manera proactiva y automotivada?

El potencial está en las personas. Son ellas quienes deben desarrollarlo y hacerlo conocer de los demás a través de hechos concretos.

La casa imperfecta, una lección inolvidable

Un maestro de construcción ya entrado en años estaba listo para retirarse a disfrutar su pensión de jubilación. Le contó a su jefe acerca de sus planes de dejar el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia. Iba a extrañar su salario mensual, pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de alguna manera.

El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado dejara la compañía y le pidió, como favor personal, que hiciera el último esfuerzo: construir una casa más. El hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a las claras que no estaba poniendo el corazón en lo que hacía. Utilizaba materiales de inferior calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus ayudantes, era deficiente. Era una infortunada manera de poner punto final a su carrera.

Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las llaves de la puerta principal.
«Esta es tu casa, querido amigo -dijo-. Es un regalo para ti».

Si el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguramente la hubiera hecho totalmente diferente. ¡Ahora tendría que vivir en la casa imperfecta que había construido!

Construimos nuestras vidas de manera distraída, reaccionando cuando deberíamos actuar, y sin poner en esa actuación lo mejor de nosotros. Muchas veces, ni siquiera hacemos nuestro mejor esfuerzo en el trabajo. Entonces de repente vemos la situación que hemos creado y descubrimos que estamos viviendo en la casa que hemos construido. Si lo hubiéramos sabido antes, la habríamos hecho diferente.

La conclusión es que debemos pensar como si estuviésemos construyendo nuestra casa. Cada día clavamos un clavo, levantamos una pared o edificamos un techo. Construir con sabiduría es la única regla que podemos reforzar en nuestra existencia. Inclusive si la vivimos sólo por un día, ese día merece ser vivido con gracia y dignidad.

La vida es como un proyecto de hágalo-usted-mismo. Su vida, ahora, es el resultado de sus actitudes y elecciones del pasado. ¡Su vida de mañana será el resultado de sus actitudes y elecciones de hoy!

El árbol de los problemas, una historia que nos puede ayudar mucho. Excelente!

El carpintero que había contratado para que me ayudara a reparar una vieja granja acababa de finalizar su primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se había dañado, haciéndole perder una hora de trabajo, y su viejo camión se negaba a arrancar.

Mientras lo llevaba a su casa, permaneció en silencio. Cuando llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol y tocó las puntas de las ramas con ambas manos.

Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso entusiasta a su esposa.

De regreso me acompañó hasta el carro. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.

«Este es mi árbol de problemas -contestó-. Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa, y en la mañana los recojo otra vez. Lo divertido, -dijo sonriendo- es que cuando salgo a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior».

La conmovedora historia del perrito cojo

El dueño de una tienda estaba poniendo en la puerta un cartel que decía: «Cachorros en venta». Como esa clase de anuncios siempre atrae a los niños, de pronto apareció un pequeño y le preguntó:

– ¿Cuál es el precio de los perritos?

El dueño contestó:

– Entre treinta y cincuenta dólares.

El niñito se metió la mano al bolsillo y sacó unas monedas.

– Sólo tengo $2,37. ¿Puedo verlos?

El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salió una perra seguida por cinco perritos, uno de los cuales se quedaba atrás. El niñito inmediatamente señaló al cachorrito rezagado.

– ¿Qué le pasa a ese perrito? -preguntó.

El hombre le explicó que el animalito tenía la cadera defectuosa y cojearía por el resto de su vida. El niño se emocionó mucho y exclamó:

– ¡Ese es el perrito que yo quiero comprar!

Y el hombre replicó:

– No, tú no vas a comprar ese cachorro. Si realmente lo quieres, yo te lo regalo.

El niñito se disgustó y, mirando al hombre a los ojos, le dijo:

– No, no quiero que usted me lo regale. Creo que vale tanto como los otros perritos, y le pagaré el precio completo. De hecho, le voy a dar mis $2,37 ahora y cincuenta centavos cada mes, hasta que lo haya pagado todo.

El hombre contestó:

– Hijo, en verdad no querrás comprar ese perrito. Nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros.

El niñito se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo:

– Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco, y el perrito necesitará a alguien que lo entienda.

El hombre se mordió el labio y, con los ojos llenos de lágrimas, dijo:

– Hijo, espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú.

En la vida no importa quiénes somos, sino que alguien nos aprecie por lo que somos, nos acepte y nos ame incondicionalmente.