Las montañas eran su lugar sagrado, el lugar donde podía volver a conectarse consigo mismo y es por eso que pasar tanto tiempo en ellas, y ejercitar en ellas, tenía un significado muy profundo y especial para Miguel Contreras. Miguel amaba correr y participar en concursos de lucha libre, sin embargo, un extraño y repentino dolor comenzó a hacer que estas tareas, tan sencillas en el pasado, se convirtieran en una tortura. De pasar horas corriendo pasó a ni siquiera poder trotar un kilómetro sin sentir un dolor extremo e intenso justo bajo su rodilla derecha. Miguel recuerda que ese año, cuando la temporada de lucha libre se abrió, él ni siquiera fue capaz de continuar entrenando. Pensó que el dolor pasaría, pero con el pasar de las semanas se hizo peor, hasta volverse casi insoportable. Fue allí cuando se decidió a consultar a su doctora de siempre, la doctora Palomaki.
El diagnóstico que le dio parecía demasiado malo como para ser real: había un tumor en el área. Para Miguel ese fue el segundo exacto en el que su mundo se detuvo por completo:
“Fue en ese momento que mi mundo se detuvo y tuve que asumir lo que sucedía”.
Su novia, Alexis, estuvo con él en todo momento y asegura que fue increíblemente duro pasar por todo este proceso, especialmente debido a que Miguel no contaba con ninguno de sus padres. Su madre era adicta a las drogas y su padre tenía problemas con la ley.
Miguel se dirigió en ese momento al Hospital Valley para niños donde le dijeron que en realidad su tumor correspondía a una forma muy poco común de cáncer de huesos conocida como osteosarcoma. El tumor era tan grande que no podían quitarlo de forma quirúrgica, por lo que la única opción que quedó fue someterlo a una quimioterapia muy agresiva.
La vida le dio una segunda oportunidad, incluso si no fue de la forma que él esperaba. Aunque Miguel se siente mejor con cada día que pasa, el chico asegura que las cosas siguen siendo difíciles y que el shock de tener que ponerse su pierna cada día para cosas tan simples como tomar desayuno sigue afectándolo. Sin embargo, su fortaleza es tan grande, que cada desafío significa una nueva meta a cumplir:
“En mi interior sentía que era tan solo otro muro que tenía que derribar, y que tenía que encontrar algo positivo en todo lo malo”.
Miguel sobrevivió al cáncer y superó cada una de las metas que la vida le puso y hoy en día está de vuelta en la montaña, caminando y subiendo tal como lo hacía antes. Las metas y sueños por cumplir no paran, pero él está confiado en que logrará salir victorioso en cada una de ellas.