10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2 …black out
Una parte de ti ha sido anulada. No recuerdas, no puedes moverte. Respiras y tus signos vitales continúan con regularidad pero no estás soñando, ni pensando, ni sintiendo… estás anestesiado.
En lo siglos pasados, más de la mitad de los pacientes morían a causa del dolor producido por las heridas y el trauma que causaba una intervención quirúrgica, no por la enfermedad en cuanto tal —sólo hay que imaginar lo que significaría para alguien ver y sentir cómo un cuchillo atraviesa su piel hasta llegar a sus órganos—.
Debido al horrible suplicio que vivían los pacientes, se buscaba un estupefaciente que aniquilara las sensaciones por un rato, sin que eso expusiera la vida. Así, se ensayó con alcohol, opio, mandrágora e incluso se propinaban fuertes golpes en la cabeza para llegar al estado de inconsciencia.
Más tarde se dio con el primer anestésico general: el éter dietílico. Al principio, fue usado como una droga, pronto se percibió que cuando los consumidores estaban en este estado no sentían dolor. Así pasaron los siglos y los anestesistas perfeccionaron los medicamentos y métodos para llevar a alguien a no sentir nada. En nuestros tiempos se combinan agentes inhalatorios e intravenosos para llegar a este efecto deseado.
¿Cómo funciona?
Tal vez no te guste esta respuesta pero… no se sabe. Es decir, la ciencia conoce cuáles son las reacciones orgánicas con la interacción de los anestésicos, pero aún se desconoce cómo es que esto funciona. La explicación más aceptada es que los anestésicos disuelven parte de la grasa presente en las células cerebrales, modificando las actividades celulares. Eso impide la actividad normal de los neurotransmisores sin afectar las funciones vitales del organismo.
Ahora bien, hay que distinguir entre anestesia local y anestesia general. La primera es mucho más estudiada y no implica tanto alboroto porque sólo se inhibe la percepción de una parte del cuerpo. Los anestésicos locales, como la Novocaína, logran bloquear los impulsos nerviosos de una parte específica no lleguen hasta el cerebro pues impide la transmisión a los centros del dolor localizados en el sistema nervioso central.
En cuanto a la general, se sabe poco, pero se conoce que producen reducción en la transmisión nerviosa en las sinapsis, lo que hace que no se reciba ningún tipo de estímulo en ninguna parte del cuerpo. Aunque sí se conocen los efectos, todavía se desconocen los mecanismos moleculares que interactúan.
La anestesia general no sólo evita el dolor, también produce hipnosis, analgesia, estabilidad hemodinámica y relajación muscular. Esto es un combo perfecto: quita el miedo, la tensión y el dolor físico —claro, aparece luego de despertar—.
A muchos les preocupa la falta de conocimiento de las consecuencias que la anestesia pueda tener a largo plazo. Algunos han cuestionado su aplicación. Sin embargo, gracias a ella se han salvado millones de vidas. ¿Imaginas cómo sería un transplante de riñón la extracción de una muela, un parto o una operación a corazón abierto sin anestesia?.
Con información de Cultura colectiva