Es un motivo de orgullo. Algo de lo que vanagloriarse. Signo de madurez, de racionalidad. ¿Cómo no seguir siendo amigos, después de tanto compartido? Años de anécdotas, de experiencias. Años, eso sí, que no tuvieron un final de cuento. Pero no importa porque, por encima de reproches y discusiones, queda el cariño por todo lo vivido. ¿Ah, sí? Error, mentira. Según un estudio de la Universidad de Oakland, muchos de los que se echan flores por haber sido capaces de mantener una relación de amistad con sus exparejas esconden, en realidad, rasgos psicopáticos. Así que menos presumir.
Pero, entonces, y según la investigación de la Universidad de Oakland, ¿qué pretenden realmente estas personas? Aunque algunos de ellos aluden al sentimentalismo, a lo bueno compartido o a los amigos comunes, otros tienen una visión más pragmática y quieren «seguir obteniendo recursos deseables como información, dinero o sexo ocasional», según los directores del estudio. En su desarrollo analizaron la conducta de 861 individuos, y determinaron a través de una encuesta que aquellos con personalidades más oscuras suelen mantener una relación aparentemente blanca y estable con sus antiguos compañeros sentimentales.
Maquiavélicos, narcisistas y psicopáticos. Son los ejes sobre los que suelen girar las acciones de estas personas, según la investigación. «La Organización Mundial de la Salud establece como rasgos comunes de las personas psicopáticas la conducta irresponsable y la falta de tolerancia a la frustración«, define Raúl Padilla, psicólogo experto en terapia de pareja. Y completa: «A estas dos características hay que añadir más conductas habituales, como la culpabilización constante a los demás por no ser ellos capaces de asumir sus errores». Sabido entonces qué se entiende por personalidad psicopática y oscura, empiezan a vislumbrarse los patrones frente a los que conviene estar prevenidos.
Cómo saber cuándo es madurez y cuándo egoísmo
«Es a partir de la motivación por mantener ese vínculo desde donde se criba la salubridad de la relación», establece Raúl Padilla. Y el también psicólogo y terapeuta de pareja Óscar Marrero aporta la clave para construir un nexo realmente sano: «Si esa es nuestra pretensión [mantener el contacto con nuestros ex], conviene atender antes a cuáles son nuestras necesidades».
Él apuesta, como paso inicial, por la introspección: «Hay que aprender a escucharse para poder tener claro qué es lo que estamos buscando. ¿Sexo?, ¿cariño?, ¿apoyo emocional? Quizá no debamos buscarlo en aquella persona que el tiempo nos ha demostrado que no es la adecuada». Porque, primero, nos estaremos haciendo un flaco favor a nosotros mismos y, segundo, estaremos instrumentalizando al otro al buscar en él, como repasa el estudio de la Universidad de Oakland, un beneficio personal de forma egoísta.
Toca también armarse contra el otro: «No somos detectives y resulta imposible saber realmente qué busca la otra persona; por eso, de nuevo, deberemos seguir atendiendo a nuestras necesidades y no despistar nuestro bienestar«, continúa Marrero. Puede darse el caso, por ejemplo, de que esa amistad nos haga sentir incómodos o que nos encontremos dando más explicaciones de las que quisiéramos: si tus amigos no te someten a tantos interrogatorios ni abusan tanto de tu confianza, ¿por qué tu expareja sí? ¿Simplemente por lo que en un día os unió? «En esas situaciones es mejor aumentar la distancia».
No obstante, no es esta la única posibilidad. Otro estudio, esta vez elaborado por expertos de la Universidad de Kansas, observó que hasta el 60% de las parejas se preocupan por mantener una relación posterior, más o menos estrecha y sincera. «Establecidos unos límites nuevos, adaptados a la nueva situación, y sin despistar nunca el bienestar individual, la relación se puede fundar sin mayor problema», confirma el psicólogo Marrero. Y si no se quiere, tampoco pasa nada. No hay por qué llevarse bien con todo el mundo.
Antes de eso, en cualquier caso, toca reflexión: ¿es usted de los que presumen de moderno por compartir café y tertulia con su ex? Quizá tenga un punto psicopático oculto y ni siquiera se ha dado cuenta.