“Cuando imagino la América que verán mis hijos y mis nietos”, escribió Carl Sagan en 1995, “pienso en unos Estados Unidos cuyas industrias manufactureras se encuentran fuera del país; unos Estados Unidos donde la tecnología más impresionante está en mano de unos pocos; unos Estados Unidos en los que no hay lugar para nadie que quiera representar el interés público”.
El Mundo y sus Demonios, insistimos, se publicó en 1995, un año antes de que su escritor, Carl Sagan, nos dejase a la edad de 62 años.
Carl Sagan, el astrónomo con alma pop que se hizo mundialmente conocido con la serie Cosmos, estos días vuelve a estar en boca de todos gracias a unos escritos que hizo hace más de veinte años, pero en los que dibuja unos Estados Unidos muy parecidos a los actuales.
“Pienso en unos Estados Unidos en los que no habrá lugar para cuestionar a la autoridad. Serán unos Estados Unidos en los que consultaremos nerviosamente nuestros horóscopos y en los que nuestro sentido crítico brillará por su ausencia: seremos incapaces de distinguir entre lo verdadero y lo falso y, sin darnos cuenta, caeremos de nuevo en la superstición y la oscuridad”.
Puede que en lugar de consultar “nerviosamente nuestros horóscopos” hagamos lo propio con los smartphones; que la postverdad sea nuestra nueva forma de “superstición y oscuridad”; en cualquier caso, debemos admitir que las palabras de Sagan están, dos décadas después, más de actualidad que nunca.
En El Mundo y sus Demonios, el astrónomo también incide en la futura “decadencia de los contenidos en los medios de comunicación más influyentes”, así como en una previsible “celebración de la ignorancia”. ¿Qué pensaría Sagan, en vida, de la victoria de Trump?
Carl Sagan, un activo que intentó devolver la ciencia al pueblo con cada una de sus obras, localizaba el origen de todos estos problemas en nuestro desconocimiento científico:
“Hemos erigido una civilización cuyos elementos cruciales dependen estrechamente de la ciencia y de la tecnología”, escribió el astrónomo en su último libro. “Del mismo modo, nos las hemos ingeniado para que casi ninguno de nosotros sea capaz de entender dicha ciencia y dicha tecnología”.
“Es decir: un absoluto desastre. Esto nos acabará estallando en las manos”.
Pese a todo, Sagan era una persona optimista. El astrónomo era de los que pensaban que, para revertir situaciones como ésta, el poder reside en cada uno de nosotros:
“Creo que nuestro futuro”, decía en su serie, “dependerá en gran medida de lo bien que comprendamos cómo funciona este cosmos, en el que flotamos como motas de polvo en el cielo”.