Buda preguntó una vez: el mal hacer se debe a la mente. Así, si la mente se transforma, ¿el mal hacer puede permanecer? Esta cuestión nos lleva a la reflexión. Sería bueno modificar la manera de pensar acerca de las cosas y situaciones para que mejoren. Si nuestro pensamiento cambia en el proceso, también lo harán nuestras vidas.
Cada persona tiene su propia idea o concepción de la paz. Pero, diferentes estudios psicológicos nos ayudan a que no la confundamos con otros conceptos que se le parecen o que se le asocian. Por ejemplo, la paz no es aburrimiento, porque precisamente al experimentarla es cuando comenzamos a movernos. Tampoco es ausencia de dificultad, porque no hay nada más difícil que poder sentirse completamente en paz.
Estar en paz consigo mismo es el medio más seguro de comenzar a estarlo con los demás
¿Por qué algunas personas nos hacen sentir bien?
Las personas en paz transmiten una energía especial que les hace brillar y que crean en los demás sentimientos positivos. Esto es debido a las neuronas espejo, las cuales hacen que tendamos a reproducir a nivel mental lo que hace la persona que tenemos delante nosotros. Por lo tanto, cuando estemos con estas personas también nosotros encontramos cierta paz.Además, las emociones son tan contagiosas como los resfriados. Un experimento de David Goleman, psicólogo estadounidense y profesor de psicología en la Universidad de Harvard, así lo puso de manifiesto. Los participantes que se sometieron al estudio fueron contagiados por las emociones de las personas que observaban en fotografías.
Hay personas que nos hacen sentir bien. Que nos transmiten sensaciones agradables o nos recuerdan momentos especiales. Nos envuelven con una placentera sensación de tranquilidad o seguridad, ya que aportan un halo de protección a nuestra vida diaria. Aunque a veces no sepamos explicar muy bien por qué, estas personas están llenas de detalles que van sumando positividad a nuestra vida y que hacen que nos sintamos a gusto.
La paz es la felicidad del alma
El ser humano busca la felicidad más que ninguna otra cosa. Esa es la meta consciente o inconsciente de todas nuestras actividades, de todos nuestros afanes. Buscamos la felicidad en determinadas situaciones, en oficios concretos o en determinadas personas para que nos aporten lo que nos falta para complementarnos.
Pero, una vez que obtenemos lo que deseamos, descubrimos que no podemos ser felices si no estamos en paz con nosotros mismos. La paz es la condición indispensable de la felicidad. La paz interior es una sensación subjetiva de bienestar, es impalpable pero muy real ya que nos llena de una profunda tranquilidad. Se trata de un estado en el que nos liberamos de las principales preocupaciones, miedos, estrés y sufrimiento.
La felicidad del alma es un estado en el que nos apartamos mental y emocionalmente de los problemas y conflictos cotidianos haciendo un alto en la vertiginosidad de la rutina diaria. Muchas personas piensan que es imposible alcanzar un estado de paz interior. Afirman que la vida cotidiana es tan incierta y a veces tan caprichosa que no es posible encontrar la serenidad.
Sin embargo, eso no implica que sea imposible alcanzar la paz interior. Cuando tenemos un locus de control interno podemos decidir qué guerras vale la pena luchar. Una vez que tomamos las riendas de nuestra vida, podemos aspirar a la paz interior.
“Solo el desarrollo de la compasión y comprensión de otros nos puede traer la tranquilidad y felicidad que todos buscamos”