En el pensamiento védico, particularmente en el vedanta (en los Upanishad), se llevó esto a últimas consecuencias, hasta el punto de que lo único importante era conocerse a sí mismo y todo conocimiento aparte de esto era ignorancia. El conocimiento del sí mismo no era, sin embargo, como en la actualidad, descubrir el yo original que somos o desarrollar el potencial individual que nos hace auténticos -lo cual domina la espiritualidad new age. Significa alcanzar el Atman, esto es algo similar a lo que llamamos “alma”, pero en un sentido impersonal. El Atman para el Vedanta, no es una persona, es aquella universalidad infinita que se manifiesta como el mundo de la diversidad sin nunca cambiar, libre de toda afectación, muerte o sufrimiento. Atman es para el vedanta igual a Brahman, dios, lo absoluto. En otras palabras lo que se dice es que quién realmente somos es nadie, pero ese nadie es todo. Y el Atman se alcanza entonces fundamentalmente a través de una vía negativa, eliminando todo lo que no somos, todas las ilusiones de la persona con las que nos identificamos y así limitamos.
Desde la perspectiva del tantrismo Shaiva, la noción de los “Upanishad” que considera que Atman es Brahman deriva en la noción de que el individuo en realidad es el todo y es una experiencia de gozo que el todo tiene (Shiva). Si la realidad del individuo es el todo, si esto se comprende, entonces naturalmente el miedo desaparece. Ya que el miedo sólo existe en torno a un otro.
Swamiji Lakshmanjoo, uno de los últimos maestros del tantrismo shaiva de Cachemira, explica unos versos de Abhinavagupta, quien señala que “Aquel que ha logrado conocer su propio Sí mismo, esa persona ya no le tiene miedo a nadie”. Y no le tiene miedo porque “Sus ramas se esparcen por todas partes. No puedes tener miedo de ti mismo”. Desde este entendimiento ningún fenómeno es recibido con miedo, todo es visto como “el glamour de su manifestación”, el universo como un inmenso ornamento del ser que se expande y manifiesta en toda su gloria y diversidad sin preferencia. Por supuesto esto es algo sumamente difícil de lograr -estabilizar este conocimiento-. Y, sin embargo, no hay otra cosa que realmente valga la pena en la vida, según estas tradiciones. Sólo esta sabiduría libera. Aunque nos pueda parecer sumamente remota, todo los grandes maestros espirituales de la humanidad han notado esto: que el yo separado al que nos aferramos es una ilusión, que nuestra verdadera naturaleza es ilimitada y comprende el universo entero, el cual es un único ser hecho de pura conciencia y dicha.