Antidepresivos: el secreto mejor guardado de la industria farmacéutica

Antidepresivos: el secreto mejor guardado de la industria farmacéutica

En julio de 2016, un estudio de la Universidad de Oxford a gran escala decidió comprobar la eficiencia de administrar antidepresivos en niños y adolescentes diagnosticados con distintos grados de depresión. Para eso, recurrieron a la examinación de más de cinco mil personas y una amplia gama de tratamientos existentes en el mercado y recetados cotidianamente por los especialistas de la salud.

El resultado de la exhaustiva investigación fue un golpe frontal para una industria multimillonaria, en manos de quien se deposita nada menos que la salud de más de 80 millones de usuarios de estos fármacos: los antidepresivos no aportan ningún beneficio para los pacientes y su uso no demuestra cambios significativos para tratar la depresión.
Solamente uno de los catorce tratamientos estudiados demostró ser apenas más efectivo que un placebo y su efecto de acción se reduce únicamente a personas "extremadamente deprimidas", mientras que en adolescentes y menores no surge efecto su aplicación.


El resultado de esta investigación llegó a una conclusión similar a la de una previa realizada en 2008 a cargo de la Universidad de Hull, que comparó 47 pruebas clínicas utilizadas como argumento ante la FDA (Administración de Alimentos y Fármacos de los Estados Unidos) y otros organismos encargados de la aprobación de fármacos en el mundo para solicitar la licencia de algunos de los antidepresivos más recetados y conocidos en el mercado.


La polémica se instaló entre los especialistas de la salud cuando se comprobó que estas drogas producen una leve mejoría de apenas dos puntos porcentuales en la escala de valoración de Hamilton (una prueba que trata de medir el nivel de depresión de un individuo diagnosticado), una cifra que, según los estándares internacionales, no puede ser considerada como mejoría clínica comprobada.



A partir de estos datos, toma fuerza una pregunta obligada ante la popularidad de estos medicamentos en el mundo occidental y lo cotidiano de su uso: ¿realmente necesitamos de los antidepresivos para ser felices?


 

Más de 350 millones de personas alrededor del mundo sufren de depresión, una más de la larga lista de epidemias occidentales del siglo XXI. Los cuadros depresivos y sus síntomas pueden acarrear estragos que afectan directamente en la calidad de vida y salud de los individuos que la sufren, toda vez que se enfrentan a un círculo que parece no tener fin.


Estos medicamentos son conocidos como inhibidores selectivos de la reabsorción de serotonina y, en teoría, aumentan los niveles de serotonina, un poderoso neurotransmisor que está relacionado con el sueño, el control de las emociones y el estado de ánimo, ampliamente identificada como "la hormona de la felicidad".


A partir de su auge en la década de los 90, fueron presentados al público como inofensivos y con menos reacciones secundarias que sus predecesores; sin embargo, lo cierto es que en ocasiones la solución puede resultar tanto o más peligrosa que la depresión misma. Los efectos secundarios ocasionados por el uso constante de antidepresivos van desde las náuseas, ataques de ansiedad, insomnio y hasta un riesgoso aumento de pensamientos suicidas, según el estudio de 2016.


El problema de la medicación exagerada de antidepresivos no se reduce a los adultos, también es una realidad en pacientes adolescentes e infantiles. Este tipo de fármacos son recetados cada vez con mayor frecuencia sin un control sobre su uso, pues algunos médicos especializados suelen recomendarlos indiscriminadamente para afrontar circunstancias adversas de la vida y momentos complicados.


Ante este panorama, no sólo está en juego la solvencia y credibilidad de una industria farmacéutica que tiene más poder que nunca sobre los tratamientos alrededor del mundo y que en diversas ocasiones prefiere mantener en secreto los resultados y efectos de sus medicamentos, aun cuando se trata de un tema de interés público. También de ella depende la salud de millones de personas, cuya mejor terapia podría iniciar repensando el estilo de vida occidental a partir de conceptos tan generales como la relación entre salud-enfermedad, la obsesión por estar felices todo el tiempo y, sobre todo, los efectos psicológicos de una vida gris y monótona que obliga a la mayoría de las personas a repetir una cansada rutina día tras día.

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