Era un día normal como cualquier otro.
La condesa Cornelia Zangari di Bandi había terminado su cena. Esta vez se había excedido. Mala idea comer tanto –pensó–, se sentía muy llena. Se fue a dormir como de costumbre, acompañada hasta la puerta de su habitación por la doncella.
Al otro día, la joven comenzó a extrañarse tras el pasar de las horas y el ininterrumpido sueño de la mujer de 62 años. Decidió subir a despertarla. Cuando entró a la habitación, en lugar de su cuerpo, encontró un montículo de ceniza.
De la Condesa sólo quedó la cabeza y las piernas. La cama estaba intacta como el resto de los muebles; sin embargo, se encontraban llenos de una capa de hollín pestilente. Además de la extrañeza que suponía la focalización precisa de los restos quemados, sumaba al desconcierto el hecho de que nadie había entrado durante la noche. ¿Quién la habría incendiado?, ¿cómo habría logrado que se incinerara sólo el torso y lo demás permaneciera casi intacto?
Nadie lo hizo. La condesa sufrió una combustión espontánea. Súbitamente y sin factor externo, su cuerpo comenzó a incendiarse.
Esta historia fue en el prefacio de Bleak House, de Charles Dickens. Lejos de ser una ficción, este fenómeno ocurre y aunque es poco frecuente, se tienen registros escritos de este extraño suceso desde el siglo XVIII. Como en casi todos los casos inusuales, las “razones” sobrenaturales para explicarlo se extienden. Algunas teorías aducían que se trataba de espíritus malignos, intervención divina o poderes mágicos de las personas que se incendiaban.
Teorías científicas de la combustión espontánea
La ciencia también trató de dar una razón: John E. Heymer, por ejemplo, sostenía que las víctimas liberaban hidrógeno y oxígeno momentos antes del incendio, esto porque tenían fuertes problemas emocionales. Larry Arnold sostenía que la explosión sucedía por la intromisión de una partícula que venía desde el espacio a través de rayos invisibles, y al entrar en el cuerpo, provocaba el desastre. Sin embargo, ninguna de estas dos teorías pudo ser comprobada. Al contrario, la comunidad científica las desmintió al no existir suficientes pruebas para sostenerlas y caer en contrariedades.
La versión más aceptada
Aunque no hay todavía una explicación única, la versión más aceptada es que no se trata de una “combustión espontánea”; más bien se trata del “efecto mecha”. El suceso tiene lugar cuando la persona en cuestión sufre alguna caída provocada por un infarto o accidente. Mientras está inmóvil en el piso alguna chispa cercana —de cigarro o algún falso contacto— hace que su ropa se incendie. Debido a que el fuego no se propaga, la pequeña llama va calentando la grasa debajo de la piel. Por lo tanto, la tela la absorbe como si se tratara de una mecha y el incendio comienza.
La cruel verificación
Esta conclusión fue rechazada al comienzo porque no era comprensible cómo alguien quedaría pulverizado con tanta facilidad. Incluso en los trabajos forenses de incineración se necesita moler los huesos durante horas para dejarlos en cenizas.
Sin embargo, J.D. De Haan, experto en la materia, hizo un experimento cruel para demostrar su teoría. Un día envolvió a un cerdo en una cobija y lo metió dentro de una habitación. Después puso un poco de gasolina y dejó que el animal se quemara durante horas, sólo para encontrarlo más tarde reducido a cenizas. El cuerpo alcanza los 800 grados centígrados después de 7 u 8 horas, por lo que es posible que esto les suceda a las personas que están solas por este lapso de tiempo.
Coartada para criminales
Así como se han dado estos casos, también ha ocurrido que el “efecto mecha” ha sido usado a favor de las mentes criminales quienes, conociendo este suceso, asesinan a personas vulnerables y huyen de la escena tranquilos pensando que la ciencia explicará la muerte por medio de este fenómeno. Cuando esto ocurre, la técnica forense debe hacer un examen exhaustivo de los hechos para descartar cualquier homicidio.
Existen millones de cosas que la ciencia no ha podido explicar. Sobre todo en cuestiones como éstas que ocurren como hechos aislados y esporádicos. Sin embargo, sucede. Cabe señalar que las víctimas de este fenómeno son personas que se encuentran en la total soledad, por lo que no hay un testigo ocular de lo que ocurre y entonces, las explicaciones sobre esos casos no dejan de ser hipótesis.