Gracias mamá por nunca haber sido mi mejor amiga. Gracias porque fuiste mucho más que eso
Mi madre nunca fue mi mejor amiga y sigue sin serlo. Lo sé, puede que te parezca terrible que lo admita de esta forma, pero la verdad es que nuestra mamá es nuestra mamá por una razón. Amigas la vida te dará por montones y si tienes mucha suerte, también lograrás conocer a una o dos personas especiales que se transformarán en tus hermanas del alma: tus mejores amigas. Sin embargo, mi mamá nunca se transformó en eso y me parecía bien: yo necesitaba una madre y eso fue lo que siempre tuve. A medida que pasaban los años escuché a muchas de mis compañeras o amigas decir que sus mamás eran muy estrictas o que estaban intentando arruinar sus vidas… ya sabes, el dramatismo adolescente. Sin embargo, lo que más escuchaba, era que sus mamás eran ‘sus mejores amigas’. Nunca lo entendí ¿Cómo podría ser posible cruzar tantas barreras?
Mi mamá nunca fue mi mejor amiga y eso significó que cuando quería hacer algo con todo mi corazón, ella no lo permitía si sabía que no era bueno para mí. No me permitió teñirme el pelo de locos colores ni perforar diferentes áreas del cuerpo simplemente porque sabía lo mucho que me arrepentiría años después. Siempre sabía cuando era el momento y cuando no. Cuando tienes una amiga, ella en general quiere hacer todo lo que tú quieres y acompañarte en locas aventuras, sin embargo, hay que reconocer que eso no es siempre lo que necesitamos. Si mi mamá hubiese sido mi mejor amiga hubiese cedido ante mi presión y eso hubiese significado que me habría saltado cientos de lecciones valiosas que ella me enseñó. Por otro lado, también hubiese significado que habría terminado con ese teléfono que tanto quería en mis manos, cuando sólo tenía 11 años y nadie a quien llamar.
Si mi mamá hubiese sido mi mejor amiga no hubiese podido ponerse en el rol de madre y decirme las cosas que necesitaba escuchar incluso si eran duras. No me hubiese hecho bajar de mi nube hacia la tan preciada realidad y sin ella nunca me hubiese convertido en la mujer que soy hoy. Mi mamá me enseñó a hacer las cosas por mí misma en vez de hacerlo todo ella. Nunca fue a discutir algún tema al colegio y nunca arregló algún mal entendido que tuviese con mis amigas. En vez de eso, me daba una sonrisa, un par de consejos y me mandaba a arreglar mis problemas de forma civilizada. De ella aprendí el poder de la independencia y el valor de la soledad, que no es lo mismo que sentirse sola. Crecí sin necesitar que nadie estuviese a mi lado para hacer mis cosas y así comprendí que yo era la única que realmente podía guiar mi vida según mis deseos y parámetros.
No estoy perdida y eso se lo debo a que ella siempre supo que su rol hacia mí no era el de amiga, sino que el de madre. Sé que muchas madres tienen miedo de que sus hijas las odien para siempre, pero la verdad es que no es así. No podríamos hacerlo ni siquiera aunque quisiéramos. Es cierto que habrá una fase en la que parecerá que es así, pero pronto todo cambiará. Tu hija crecerá y se convertirá en una chica que te respetará y admirará por todo lo que hiciste por ella. Como hijas sabemos que no es sencillo mantener el rol de madre y no caer en el rol de amiga, sabemos que es duro para ustedes ser la madre que necesitamos. Hoy quiero agradecerle a mi madre, y estoy segura que cientos de chicas se sentirán identificadas con esta nota.
Mis palabras no son muchas y tampoco son elaboradas, pero son reales: Gracias mamá por no haber sido mi mejor amiga, porque no era una amiga lo que necesitaba, sino una madre que supiese guiarme. Por ello te estaré eternamente agradecida.