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"Soy una mamá perezosa, además de egoísta y despreocupada"

Soy una mamá perezosa.
Además egoísta y despreocupada ¿quiere saber por qué? Bueno, porque quiero que mis hijos sean independientes, tengan iniciativa y desarrollen sentido de la responsabilidad.
Cuando trabajaba en un jardín de niños vi varios ejemplos de sobreprotección paternal, pero recuerdo uno en particular: Sebastián. Su mamá pensaba que tenía que comerse todo siempre o sino iba a adelgazar. No sé cómo lo alimentaban en casa pero cuando llegó por primera vez al jardín ya tenía un desorden del apetito. Masticába mecánicamente y tragaba todo lo que le dieran, pero había que darle la comida porque “él mismo no sabe comer“ (decía su mamá). El primer día le estaba dando de comer y no veía ningun tipo de emoción en su rostro: le acercaba la cuchara, abría la boca, masticaba, tragaba.
Le pregunté: ”¿Te gusta la avena? — “No“
Aún así, abrió la boca y pasó la comida”
”¿Quieres más? — le dije levantándo la cuchara. -“No”, -pero siguió masticando y pasando. “¡Si no te gusta, no te lo comas!“
El pobre Sebastián abrió los ojos con sorpresa. Él no sabía que eso era posible.
Al principio Sebastián estaba feliz de poder decidir entre comer o no algo, y comía únicamente compota, pero luego empezó a comer lo que le gustaba, y dejaba en el plato lo que no. Aprendió a elegir por si solo. Después dejamos de darle la comida con la cuchara porque la comida es la única necesidad natural, y un niño hambriento va a comer por sí mismo.
Yo soy una mamá perezosa, y siempre tuve pereza de alimentar a mis hijos. Cuando cumplían un año les entregaba la cuchara y me sentaba a comer a su lado; para cuando cumplían un año y medio ya sabían comer con tenedor.
Otra necesidad natural es defecar. Sebastián lo hacía en sus pantalones. Su mamá nos dio la instrucción de llevarlo al baño cada dos horas. ”En casa yo misma lo siento en el baño y lo mantengo ahí hasta que haga todo”. Como resultado en el jardín de niños, ya no tan pequeño él esperaba a que alguien lo llevara al baño. Como no podía aguantar, mojaba sus pantalones sin siquiera intentar quitárselos e iba en busca de ayuda. Al cabo de una semana el problema ya estaba resuelto.
“Quiero ir al baño” — dijo Sebastián orgullosamente a los otros niños, cuando iba hacia el retrete.
Soy una mamá perezosa. Los fines de semana me gusta dormir hasta tarde. Un sabado de tantos me desperté como a las 11. Mi hijo de 2 años y medio estaba viendo dibujos animados y comiendo pastel. Él mismo prendió el televisor, y él mismo encontró el disco, encendió el reproductor de DVD y se sentó a ver lo que quería. Y mi hijo mayor que tiene 8 años ya no estaba en casa para ese momento; me habia pedido permiso el día anterior para ir con uno de sus amigos y sus padres a ver una pelicula al cine. Yo le dije que me daba pereza levantarme tan temprano y si quería ir a cine entonces debía poner él mismo su despertador y alistarse solo. Lo curioso fue que se levantó...Desde luego que yo también puse mi despertador del teléfono y escuché desde la puerta como se vistió, comió algo, fue al baño y salió de casa. Me quedé esperando el mensaje de texto de la mamá del amigo pero seguramente de la prisa lo olvidó.
Otra cosa que no hago es revisar el portafolio de mis hijos, ni vaciar su mochila de karate, ni poner a secar sus cosas después de las clases de natación. Mucho menos hacer los deberes (pero aún así les va muy bien en la escuela). Hace tiempo que no saco las bolsas de basura de casa, eso lo hace mi hijo mayor cuando va para la escuela.
Tengo el descaro de pedirle que me prepare café y me lo traiga donde esté sentada leyendo o haciendo cualquier cosa. Tengo la impresión que cada día me volveré aún más perezosa.
Pero hay una metamorfósis sorprendente que le ocurre a los niños cuando viene a casa mi mamá, su abuela. El mayor se olvida que puede hacer los deberes solo, ya no sabe cómo calentar su comida u organizar su portafolio. Incluso le da miedo dormir solo en su cuarto, y la abuela debe estar cerca. Bueno, debe ser porque la abuela no tiene nada de perezosa.
Los niños no son autosuficientes si así lo quieren sus padres.

Autor: Anna Bykova

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