“Cuando los niños van a la guerra, sabes que no volverán. Los usan para todo y son sacrificados, prácticamente”.
En muchos países, la idea de enfrentar una guerra es bastante distante para los jóvenes que, principalmente, se enfocan en terminar su educación y luego seguir en la universidad. Pero para los niños de Sudán, el panorama depara otras cosas y es mucho más probable que tengan que visitar un campo de batalla y no un aula.
Algo así le pasó a Deng Thiak Adut, un joven que tuvo que luchar contra todo para ser quien es hoy.
Él era un niño más en Sudán hasta que, con sólo seis años de edad, fue reclutado -como muchos más- para combatir en la segunda guerra civil sudanesa. El llamado de las fuerzas armadas interrumpió abruptamente su infancia, obligándolo a pasar 33 días viviendo caminando hacia Etiopía, cuenta en el “Models of Achievement” (“Modelos de Logros”, en español).
“Cuando los niños van a la guerra, sabes que no volverán. Los usan para todo y son sacrificados, prácticamente”.
Cuando tenía 12, vio la muerte muy de cerca debido a un disparo que dio en su espalda. Tiempo después logró huir del conflicto, escondido en un saco de maíz y, desde ese momento, el pequeño tuvo permitido soñar con su futuro.
El niño fue llevado a un complejo de la ONU, donde una familia australiana lo adoptó.
Llegó a la ciudad de Blacktown, en Australia, durante el año 1998 y a los 15 años aprendía a leer y escribir con el sueño de poder acceder a una educación formal, como la que nunca obtuvo en su país natal.
“Mi primera impresión fue ‘wow, voy a estudiar y voy a terminar la universidad’, pero no estaba preparado para una educación formal”
Con el tiempo, su esfuerzo dio frutos y pudo entrar a la Western Sydney University el año 2005 , demostrando que era un chico perseverante que podía estudiar licenciatura en derecho y que, hoy, puede decir que es el primer abogado de su familia.
“Ser la primera persona en graduarse con una licenciatura en derecho en mi familia, no se puede llamar privilegio. Simplemente no tiene nombre”
