La historia de cómo me volví egoísta y empecé a vivir...

La historia de cómo me volví egoísta y empecé a vivir...

«Vivir para uno mismo» es una frase que espanta a muchos. Las consecuencias son bien conocidas: el vicio, la depravación y la degradación. Es decir, echar a perder la vida... Pero un día me di cuenta de que mi vida a menudo ya no me pertenecía. Que tenía demasiados «debo» y pocos «quiero». Mis responsabilidades aplastaban mis sueños como una lámina de piedra y yo aún le intentaba encontrar una justificación.
Así que decidí decir ¡basta! Me harté de convertir mi alma y mi vida en un basurero para los desechos radioactivos. Me harté de explicar tímidamente cómo me atrevía a poner mis intereses por encima de los intereses de los demás. Ya era hora de vivir para mí. Eligir alegría en lugar de autohipnosis. Vivir por amor, no por exigencia.
De esta forma empezó un año de mi vida indignante y asocial a modo de egoísmo sano. «Sano» o, mejor dicho, «sensato», es una clarificación gracias a la cual los demás no me tomaban por una rebelde ni por una perturbadora de la paz. Porque muchos están seguros de que primero tienes que sufrir y luego, si es que aún tienes fuerzas y salud, vivir para ti; no hay problema.
Pero yo empecé sin demoras.

Una contra todos


Al principio tenía miedo. Ideológicamente me faltaban motivos, todo se basaba en una vaga pero fuerte determinación que así era mejor. Me sentía como si fuera a emprender un viaje alrededor del mundo en una banana inflable. Leer más

No a las quejas


Lo primero que hice fue cerrar el grifo a través del cual mi vida se llenaba de quejas, monólogos penosos, lloriqueos y discursos de odio. Leer más

Sí, te estoy diciendo que «no»


Luego empezó la parte más difícil. Empezar a utilizar la extraña e indignante palabra «no». Leer más

¡Todos somos libres!


La afirmación «nadie le debe nada a nadie» suena bien pero en la vida real casi no aplica. Leer más

Espacio personal

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