Los padres no siempre le dan el cuidado que necesitan a sus hijos. Cuando esta niñera encontró signos de abuso en el niño que cuidaba, llamó inmediatamente a la policía. No vas a creer lo que sucedió después…
Cuando tenía 15 años, trabajaba de niñera cuidando al hijo de una mujer soltera que vive no muy lejos de mi casa. Un día fui a su casa para cuidar de su pequeño de 5 años porque ella quería salir con un hombre que había conocido recientemente.
La noche iba bien, decidimos hacer algún tipo de manualidad. Mientras estábamos trabajando en nuestro proyecto, él se levantó y corrió para coger unas tijeras que había en la mesa de atrás. “No corras con las tijeras en la mano, es muy peligroso”, le grité yo. Al instante, dejó caer las tijeras y comenzó a llorar, luego entre sollozos, se giró y se fue hacia la cocina.
Completamente desconcertada lo seguí para consolarlo. No sabía a qué venía ese cambio de humor tan repentino. De repente, lo veo intentando abrir un cajón y después de 20 segundos consigue que yo lo abra. Se trataba de un cajón lleno de cubiertos, aunque arriba del todo sobresalía un enorme cuchillo en el que pude ver algunas manchas de sangre. Cuando me giro hacia él, lo veo con los pantalones casi bajados dejando al descubierto numerosas cicatrices de pequeños cortes, algunas marcas eran muy recientes y otras muy antiguas.
En ese momento se me pasó de todo por la cabeza, sentía miedo, compasión y tristeza. El pobre niño había sufría cortes como castigo. Cerré el cajón y le abroché los pantalones mientras lo consolaba. Le prometí que nunca le haría ningún daño. Necesité al menos 20 minutos para conseguir que dejase de llorar y se calmara.
Entonces le ofrecí algunas golosinas, y lo puse a ver algo de la tele. Aproveché ese momento para hacer una llamada a la policía para explicarles la siituación la situación. Tras una conversación muy corta me comunicaron que esperase en casa hasta que llegase algún agente de policía. De repente me vino a la cabeza la idea de cerrar todas las puertas con cerrojo por lo que pudiese pasar.
Desafortunadamente para mí, la madre llegó antes de que se presentase ningún policía en casa. Le di al niño mi radio y mis auriculares y lo mande a su cuarto para que no escuchase la conversación que iba a tener con su madre. Me dirigí a la puerta y le dije a la madre que no iba a entrar hasta que no llegase la policía. En ese instante, la mujer comenzó a gritar y a golpear la puerta para que le dejase entrar, incluso comenzó a ordenarle al niño que la ayudase a entrar o “ya sabía lo que pasaría”.
En el momento en que agarró un ladrillo y se acercó a una ventana para romperla apareció la policía. Ella soltó el ladrillo y se fue hacia los agentes completamente histérica, solo gritaba que la amenacé con hacerle cosas terribles a su hijo. Ante aquella situación abrí la puerta y me acerqué a ellos. Los policías me ordenaron que me quedase donde estaba, uno de ellos corrió hacia mí y me cogió. No opuse resistencia alguna y le expliqué la situación. Mientras tanto, la madre gritaba constantemente que todo era mentira, que yo lo había hecho todo, que había herido a su hijo.
Los policías hablaron un momento y luego me comunicaron que iba a ser esposada hasta que los servicios médicos entrasen y comprobasen que el niño estaba bien. Afortunadamente, conseguí que la madre y el hijo no pudiesen estar a solas hasta que llegaran los servicios médicos. Entonces, entre disculpas, me soltaron y la madre del niño ocupó mi lugar.
La infancia debería de estar libre de preocupaciones, llena de diversión y sonrisas, no debería de ser ninguna pesadilla y menos provocada por los padres.
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Fuente: Hrtwarming