La doctora Saleyha Ashan siempre ha sentido que se encuentra en un constante campo de batalla con los alimentos y su peso, sin lograr hasta el momento un balance que le parezca adecuado. A pesar de sacrificar algunas comidas para adoptar un estilo de vida saludable que le permita distanciarse de su predisposición genética a sufrir de diabetes, ella no se ha sentido satisfecha con los resultados de su dieta. Probablemente porque ha estado equivocada, como muchos de nosotros.
Ashan, quien compartió su experiencia con BBC, hizo parte de un estudio realizado por el Instituto Weizmann de Ciencias de Tel Aviv (Israel), que examina de forma detallada la reacción de los cuerpos de 1.000 personas ante todo tipo de alimentos.
Tradicionalmente, los alimentos se han clasificado en dos grupos: aquellos que tienen un índice glucémico alto y todos los que, por el contrario, presentan un índice bajo.Esta clasificación corresponde a qué tan alta es la concentración de azúcar que los alimentos producen en la sangre después de consumirse. La diabetes tipo 2 y la acumulación de grasa están relacionadas con altas dosis de azúcar, así que las comidas con índice glucémico alto han sido tachadas como “malas”.
A Ashan le fue implantado un pequeño dispositivo encargado de monitorear sus niveles de azúcar de manera constante. Durante seis días consumió diferentes alimentos, desde aquellos que consideraba como una opción saludable, como el sushi, hasta otros que sencillamente evadía, como el helado.
Ahora realmente tenía la oportunidad de saber con certeza qué efectos tenían estos alimentos en su cuerpo.
Teniendo en cuenta que el estrés y las horas de sueño podrían influir en la respuesta de su cuerpo ante los alimentos, Ashan tuvo acceso a una aplicación que le permitía registrar todo lo que hacía durante el día.
Además, se le asigno una compañera de prueba, con condiciones físicas similares. Ambas tuvieron la misma dieta.
Cuando revisaron los resultados, Ashan se sorprendió al encontrar que sus “bocadillos saludables” (una porción de uvas y unos cuantos rollos de sushi) elevaban los niveles de azúcar en su cuerpo, mientras que el chocolate, el helado o un simple refresco tenían efectos positivos.Por otro lado, en el caso de Leila -su compañera de dieta- varios alimentos causaron el efecto contrario.
De esta manera, se demostró que cada cuerpo determina el efecto de los alimentos en el nivel azúcar.
Ashan y los demás participantes entregaron muestras de sus heces para un examen de los microbios intestinales.
Al parecer la clave para saber por qué los alimentos tienen efectos tan diferentes radica en estas bacterias.Si los alimentos consumidos por un individuo coinciden con las preferencias de estas bacterias, será posible que regule su peso. Así que a partir de un coprocultivo se podría diseñar una dieta para que cada persona atienda las necesidades específicas de los microbios que están presentes en su intestino.
Esto es muy diferente a lo que teníamos en mente.