Un día en la vida de una madre, honesto y divertido

Un día en la vida de una madre, honesto y divertido

Este artículo fue escrito por una madre de Bulgaria, pero Sonrie Para Vivir Mejor cree que lo que describe en él resultará familiar para muchas madres de otros países.
Las madres siempre deben soportar las frases típicas que sus amigos y conocidos les dicen con el fin de apoyarlas pero que resultan causando el efecto contrario.
Por ejemplo, esta inocente pregunta: «¿Por qué estás tan cansada si estuviste paseando todo el día en el parque?» Contiene una sutil alusión al hecho de que la madre no ocupó su tiempo en nada especial. Porque todos sabemos que ella duerme hasta muy tarde, luego, sin prisa, se maquilla, almuerza y por la tarde sale a dar un paseo por el parque donde aprovecha para estudiar inglés con ayuda de un tutorial, mientras el bebé duerme en la silla de paseo.
Esta afirmación es tan injusta que merece una negación pública. Eso es lo que haremos ahora.
Entonces, ya nació tu hijo y te recuperaste de las primeras semanas de maternidad, cuando paseabas siguiendo estrictamente el horario de tu bebé, envuelto en cinco mantas, con el plástico antilluvia puesto y siempre en compañía de alguien más, tu esposo por ejemplo. Poco a poco, todo vuelve al punto de partida, para los demás, pero no para ti.
Es probable que necesites un poco de diversidad, por ejemplo, un paseo por el parque. Sin embargo, sorprendentemente, se requiere mucho más esfuerzo que un tranquilo paseo en una alameda llena de flores:
— El esfuerzo físico. No sé cómo ocurre en otras ciudades, pero pasear con mi hijo en una carriola, es lo mismo que participar en competencias de levantamiento de pesas. El pavimento en esta ciudad es una montaña rocosa, lo mismo sucede con las aceras. La carriola siempre se queda atascada en los agujeros del suelo y, además, termina salpicada de barro. Menos mal que siempre llevas un bolso enorme donde guardas un kilo de toallitas húmedas que utilizas para tener un aspecto más o menos decente. Pero una vez que terminas de quitarte la suciedad, delante de ti aparece el siguiente obstáculo: las rampas de un pasaje subterráneo.
— El esfuerzo mental (y los nervios). Cuando por fin llegas al parque en una forma relativamente decente, no muy sucia ni sudorosa, comienza el verdadero paseo que mucha gente imagina así: te sientas en el banco para beber café y comer un pastel de queso, y el niño, mientras tanto, duerme.

¿Qué es lo que realmente ocurre?


Te espera un ajetreado día de trabajo, que comenzará con tu niño pidiendo comida de forma constante y, dependiendo de lo que come, tú:

El paseo continúa cambiando pañales, lo que no es fácil de hacer, especialmente si el niño ya cumplió un año. Este proceso recordará una lucha de superhéroes, porque el niño va a intentar salir de tus manos y correr por el parque, mientras que tú le pides que permanezca de pie, y los transeúntes, manteniendo una distancia de seguridad, apostarán por quién va a ganar tan heróica batalla.
Dependiendo de la edad del niño, el paseo puede continuar su curso en dos posibles direcciones:

  1. Meces la carriola marcando el tiempo de moderado a rápido esperando a que el niño se duerma. Si tienes suerte, construyes un nido en el banco y escondiéndote detrás de unas gafas de sol, duermes. O bien, si tu niño, igual que el mío, se despierta en cuanto lo dejan de mecer, sigues por el mismo camino durante dos o tres horas más.

  2. Llevas al pequeño a un parque infantil donde:



A esto le sigue un paseo libre por el parque al ritmo de un caracol de edad avanzada, durante el cual el niño recoge piedrecitas, tapas de botellas y papelitos de toda índole. A la amenaza del típico «me voy, adiós», el niño responde con una clara y enérgica mirada mientras camina en la dirección opuesta a ti. Tú comienzas a perseguirlo, pero él acelera el ritmo, hasta que uno de los dos termina por caer en un charco. En cualquier caso, la persecución acaba en lágrimas, y otra ronda de lucha, esta vez para sentarlo en la carriola.
Y ahora, después de varias horas, la mamá, despeinada, sudorosa y cansada, se apresura para salir del parque y volver a casa, donde:

Entonces, si alguien te vuelve a preguntar por qué estás tan cansada después de haber pasado un día en el parque, no te enfades. Mejor invítalo a acompañarte en los días siguientes. Puedo apostar que después de eso no volverás a escuchar tal pregunta.

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