El rey mandó a llamar a curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió; por la ventana de sus habitaciones, el monarca veía que el pájaro continuaba inmóvil. Publicó por fin un bando entre sus súbditos solicitando ayuda, y a la mañana siguiente vio al halcón volar ágilmente por los jardines.
- Traedme al autor de ese milagro -dijo.
Enseguida le presentaron a un campesino.
- ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo lograste? ¿Eres mago, acaso?
Entre feliz e intimidado, el hombrecito explicó:
- No fue difícil, Su Alteza: sólo corté la rama. El pájaro se dio cuenta de que tenía alas y se lanzó a volar.
Así como los seres humanos. Estamos atados al pasado y al presente porque no nos hemos dado cuenta de que tenemos el poder de volar y buscar nuestro verdadero destino.
Algunos tienen el privilegio de que algún acontecimiento rompa la rama de la costumbre, de la seguridad. Sólo entonces se dan cuenta de que son superiores a las circunstancias.
En muchas ocasiones lo tenemos todo y no logramos vivir plenamente; quizá es necesario que alguien nos corte la rama para que podamos arriesgarnos al vuelo. A veces las cosas inesperadas y que en principio parecen negativas son verdaderas bendiciones.