Esta genial historia te demostrara que tu mismo decides tu propio destino

Esta genial historia te demostrara que tu mismo decides tu propio destino

En mi clase de inglés hay un hombre de unos 60 años, muy activo. Siempre lo he observado, admirada de que, a pesar de su edad y seriedad, sea un simple alumno como los demás.
Un día, el tema de conversación de la clase eran los niños. Una palabra tras otra y, de repente, él dice:
— Sabes, ¡yo soy padre de cinco niños!
— No me digas, respondí con asombro.
Y de repente empezó a contarme que cuando era joven, tenía esposa y un hijo pequeño. Trabajó mucho, día y noche sin detenerse. En los años 90, empezó su propio negocio que le quitaba todas sus fuerzas y tiempo. Olvidaba dormir y comer, por los nervios y la responsabilidad. Su hijo creció sin que se diera cuenta, se convirtió en estudiante y su matrimonio, por sí solo, se desvaneció...
— Un día noté que no estaba pasando hambre, tenía dinero, pero no felicidad, ni seres queridos, perdí el sentido de la vida. Tenía casi 40 años, ya era un hombre, pero solo e infeliz.
Entonces, al día siguiente, iba en un tren a visitar a su madre, estaba leyendo un libro.
El protagonista de este libro debía hacer una lista de sus metas principales.
Para los primeros tres años, para toda la vida en general y, una más, para un caso en el que sólo le quedase medio año de vida.

Aquella noche, en el tren, él se puso a elaborar esta lista.
Y allí escribió cosas muy sencillas, deseos humanos:

tener familia e hijos 
que su madre no llorara cuando hablaban por teléfono
trabajar menos pero en algo que le gustara
viajar

Él se aferró a esta lista como un hombre de negocios. Lo más interesante es que cumplir la mayor parte de esta lista le fue posible en sólo varios días. En primer lugar, trasladó a su madre a un lugar próximo a él para que no se sintiera sola. Vendió su negocio estresante y en su lugar organizó la pequeña empresa con la que soñaba. Lo de la familia era un poco más complicado, pero en tan sólo un par de años se casó y tuvo, primero una hija, luego otra, y después dos hijos más.
— Una tarde, el año pasado, mis hijas, ya estudiantes, en nuestra terraza hablaban de algo con mi hijo mayor, en inglés.
En inglés, ¿entiendes? ¡Tal cual! Entonces, pensé: No puede ser, yo estudié alemán en el colegio y en un viaje no soy capaz de decir en inglés ni mu.
¿Mis hijos pueden y yo no? Dónde está mi lista de metas, tengo que apuntar una cosa más -y se rió feliz-.
Hace menos de un año empezó a aprender el idioma desde el principio, desde el alfabeto. Ahora tiene un nivel oral fluido.

El destino es generoso con aquellos que deciden con firmeza ser felices.


Autor Galina Sergeeva

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