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Uno de estos gemelos nació muerto, pero mira los que sucede después

Cuando Kate y David Ogg intentaron formar una familia, no lo lograban. Parecía que tendrían que optar por otros métodos para llegar a cumplir el sueño de toda pareja. Pero perseveraron y al final ella se embarazó. ¿Te imaginas la alegría que sintieron? Y mucho más, cuando se enteraron que serían gemelos, un niño llamado Jamie y una niña llamada Emily.

Esta historia, aunque hasta donde la han leído suene bonita, llegó a tener el momento más terrorífico/increíble, todo en cuestión de minutos. ¿Por qué? Cuando Kate tenía casi 7 meses de embarazo, los bebés estaban listos para nacer… o eso es lo que pensaban.

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Cuando llegaron al hospital, les dijeron que el pequeño Jamie, no sobreviviría al nacimiento. La pareja quedó devastada, en lo que se suponía tener que ser el mejor día de sus vidas. Lo que pasó a continuación te dejará de triste a feliz en segundos…

Cuando “nacieron” los bebés, la enfermera les confirmó la devastadora noticia, de que Jamie no lo había logrado. Pero, los padres, fieles a su sentir envolvieron al bebé en sus brazos y gentilmente, le hablaron al oído. Contacto piel con piel…(¡ESA FUE LA CLAVE!).

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Repentinamente, sintieron que algo se movió, empezó a respirar. ¿Era Jamie? Ni el doctor podía creer lo que estaba sucediendo. ¡ABRIÓ LOS OJOS! El pequeño vivió.

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Hoy en día, los gemelos tienen 5 años y tienen un hermano de 4. ¡Son una familia unida, bendecida y feliz!

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No hay nada más fuerte y puro que el amor de nuestros padres. ¿Qué les pareció esta bella historia? 

Los famosos y sus madres, 15 fotos que seguramente no conocías

Todos conocemos a estas celebridades por su talento. ¿Pero qué sabemos acerca de aquellos que criaron a estos formidables actores, poetas y músicos? No nos ponemos a pensar en esas personas.

Hoy Sonrie Para Vivir Mejor te invita a echar un vistazo a las fotos de algunos famosos con sus amigos más cercanos: sus mamás.
















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Un día en la vida de una madre, honesto y divertido

Este artículo fue escrito por una madre de Bulgaria, pero Sonrie Para Vivir Mejor cree que lo que describe en él resultará familiar para muchas madres de otros países.

Las madres siempre deben soportar las frases típicas que sus amigos y conocidos les dicen con el fin de apoyarlas pero que resultan causando el efecto contrario.

Por ejemplo, esta inocente pregunta: «¿Por qué estás tan cansada si estuviste paseando todo el día en el parque?» Contiene una sutil alusión al hecho de que la madre no ocupó su tiempo en nada especial. Porque todos sabemos que ella duerme hasta muy tarde, luego, sin prisa, se maquilla, almuerza y por la tarde sale a dar un paseo por el parque donde aprovecha para estudiar inglés con ayuda de un tutorial, mientras el bebé duerme en la silla de paseo.

Esta afirmación es tan injusta que merece una negación pública. Eso es lo que haremos ahora.

Entonces, ya nació tu hijo y te recuperaste de las primeras semanas de maternidad, cuando paseabas siguiendo estrictamente el horario de tu bebé, envuelto en cinco mantas, con el plástico antilluvia puesto y siempre en compañía de alguien más, tu esposo por ejemplo. Poco a poco, todo vuelve al punto de partida, para los demás, pero no para ti.

Es probable que necesites un poco de diversidad, por ejemplo, un paseo por el parque. Sin embargo, sorprendentemente, se requiere mucho más esfuerzo que un tranquilo paseo en una alameda llena de flores:

— El esfuerzo físico. No sé cómo ocurre en otras ciudades, pero pasear con mi hijo en una carriola, es lo mismo que participar en competencias de levantamiento de pesas. El pavimento en esta ciudad es una montaña rocosa, lo mismo sucede con las aceras. La carriola siempre se queda atascada en los agujeros del suelo y, además, termina salpicada de barro. Menos mal que siempre llevas un bolso enorme donde guardas un kilo de toallitas húmedas que utilizas para tener un aspecto más o menos decente. Pero una vez que terminas de quitarte la suciedad, delante de ti aparece el siguiente obstáculo: las rampas de un pasaje subterráneo.

— El esfuerzo mental (y los nervios). Cuando por fin llegas al parque en una forma relativamente decente, no muy sucia ni sudorosa, comienza el verdadero paseo que mucha gente imagina así: te sientas en el banco para beber café y comer un pastel de queso, y el niño, mientras tanto, duerme.

¿Qué es lo que realmente ocurre?

Te espera un ajetreado día de trabajo, que comenzará con tu niño pidiendo comida de forma constante y, dependiendo de lo que come, tú:

  • Envuelta en pañuelos y toallas intentas amamantarlo tratando de ser lo más discreta posible.
  • Le preparas su leche con ayuda de un termo con agua caliente, una caja de leche en polvo y un biberón. Pero si se te olvida alguna de estas cosas, tienes que volver a casa.
  • Abres un tarrito de puré de calabaza que preparaste por la mañana y se lo das al niño, y él, en su lugar, lo escupe en su ropa, su carriola y, por qué no, en ti.

El paseo continúa cambiando pañales, lo que no es fácil de hacer, especialmente si el niño ya cumplió un año. Este proceso recordará una lucha de superhéroes, porque el niño va a intentar salir de tus manos y correr por el parque, mientras que tú le pides que permanezca de pie, y los transeúntes, manteniendo una distancia de seguridad, apostarán por quién va a ganar tan heróica batalla.

Dependiendo de la edad del niño, el paseo puede continuar su curso en dos posibles direcciones:

  1. Meces la carriola marcando el tiempo de moderado a rápido esperando a que el niño se duerma. Si tienes suerte, construyes un nido en el banco y escondiéndote detrás de unas gafas de sol, duermes. O bien, si tu niño, igual que el mío, se despierta en cuanto lo dejan de mecer, sigues por el mismo camino durante dos o tres horas más.
  2. Llevas al pequeño a un parque infantil donde:
  • Vas con él hacia un tobogán, en el cual ya se reunieron 13 niños de 3 a 8 años de edad, que se empujan y saltan. Al pie del tobogán, están sus padres que gritan: «No empujes, ¿por qué estás empujando?» «Rápido, ¡una más y nos vamos! ». Tú, también, gritas: «¡Cuidado, no vayas por ahí, qué te vas a caer!»… «Ven aquí, siéntate y deslízate!». Todo se repite entre 5 y 50 veces.
  • Tu hijo se acerca al columpio, que en ese momento está libre, y tú aprovechas el tiempo para arreglar tu blusa que ya llevaba tiempo torcida y desabotonada.
  • En 5 minutos ya se cansa de columpiarse y corre hacia la arena donde toma una pala de un niño desconocido.
  • El propietario de la pala empieza a llorar y, al lado, se conforma un Consejo de Estado para analizar el caso, compuesto por la madre del propietario y la madre del agresor. Se inician las conversaciones al más alto nivel: «Devuélvele la pala, mira lo que tengo». «¿Qué edad tiene el tuyo?». «15 meses». «Ah, pero parece mayor». «Todo el mundo lo dice». «Vamos, devuélvele la pala y vámonos a montar en el trenecito». «¡Deja de comerte la arena!». Eso puede continuar así durante 30 minutos, una hora o hasta que se agote la arena.

A esto le sigue un paseo libre por el parque al ritmo de un caracol de edad avanzada, durante el cual el niño recoge piedrecitas, tapas de botellas y papelitos de toda índole. A la amenaza del típico «me voy, adiós», el niño responde con una clara y enérgica mirada mientras camina en la dirección opuesta a ti. Tú comienzas a perseguirlo, pero él acelera el ritmo, hasta que uno de los dos termina por caer en un charco. En cualquier caso, la persecución acaba en lágrimas, y otra ronda de lucha, esta vez para sentarlo en la carriola.

Y ahora, después de varias horas, la mamá, despeinada, sudorosa y cansada, se apresura para salir del parque y volver a casa, donde:

  • Frota con un jabón antibacteriano las manos del pequeño, los cubos y los moldes para jugar en la arena.
  • Procura preparar algo superatractivo para la cena y, sin embargo, el niño no tiene ganas de comer.
  • Acuesta al pequeño en un tiempo récord de 38 minutos.
  • Y por fin, sobre las 22:30 horas, se estira en el sofá para descansar del paseo y repetirlo todo al día siguiente.

Entonces, si alguien te vuelve a preguntar por qué estás tan cansada después de haber pasado un día en el parque, no te enfades. Mejor invítalo a acompañarte en los días siguientes. Puedo apostar que después de eso no volverás a escuchar tal pregunta.