Durante varios días en Facebook circulaba una publicación de una mujer dedicada a su hija con una lista compuesta de 15 puntos. Muchos la leyeron, le dieron «me gusta» y la compartieron. Sin embargo, se me ocurrió que también tenía algo qué decirle a mi hija.
Puse la lista mencionada arriba y respondí punto por punto. No soy psicólogo. Tampoco soy pedagogo. No soy el mejor padre del mundo pero quiero mucho a mis hijos.
El siguiente texto no es ningún acuerdo acerca de mis intenciones ni tampoco es un memorandum. Puede que algunos puntos no le gusten a alguien. Pero me arriesgaré.
Carta para mi hija de 14 años
1. Jamás te correré de la casa, ni dentro de 3 años, ni dentro de 30.
A los 18 años tendrás muchas opciones: podrás inscribirte en una universidad y te apoyaré todo el tiempo mientras estudias. Por supuesto, me gustaría que participaras en la vida de la familia pero también fui estudiante y recuerdo bien que los cinco años de mis estudios en el instituto no me ganaba nada más que la beca. Pero sobrevivimos y salimos adelante. Y contigo, mi niña, saldremos adelante.
También puedes no inscribirte en ninguna universidad e ir a trabajar. Recuerda, hija, si te dedicas a algo que AMAS, ya sea arte, bailes, canto, ser secretaria, cultivar cactus, cortar el pelo y uñas ajenos, archivar libros en una biblioteca, digitalizar fotos, lo que sea, el dinero será lo último que te preocupará. Pero muy pronto notarás que por el trabajo que realizas con amor y alegría, te pagan un poco más. Y luego te pagarán aún más.
¿Estaré totalmente dispuesto a mantener a una perezosa de 18 años? ¡Por supuesto que no! Yo también soy un egoísta normal. Si vives con nosotros pero no ganas dinero, aporta lo que puedas para ayudar a los demás: limpieza, lavado de ropa, preparación de comida. Pero no te gustará un papel así, ¿verdad? Entonces muy pronto encontrarás un trabajo que te guste. Y sí, el dormitorio que compartes con tu hermana siempre será su dormitorio.
2. Eres muy buena. Eres bonita. Eres inteligente. Eres fabulosa. Eres magnífica.
Solo te he conocido durante 14 años pero ya eres un mundo enorme que creció por su cuenta, ¡aunque también con mi participación! Y puedes llegar a ser mejor, mucho mejor, solo no te detengas y no cambies la dirección. ¡Si has decidido ser una buena persona, adelante! El mundo te recibirá con los brazos abiertos. Y si no, tu optimismo de todas formas triunfará. No temas ser bondadosa y abierta, así te recuperarás más rápido cuando alguien te hiera en el alma.
3. Toda la vida he intentado ser un ejemplo para ti.
Siempre has visto que no miento, no robo, no intento engañar o aprovecharme de nadie, hago honestamente mi trabajo y, sobre todo, lo amo. Pero, lo más importante, y lo sabes desde siempre, es que te amo. Somos diferentes, eres una persona absolutamente independiente (lo vi cuando apenas cumpliste unos meses) y siempre respetaré tu elección y tus valores, y, a cambio, quiero que respetes los míos. Si escucho los Beatles, no me harás mala cara, y yo no te pido que le bajes a Imagine Dragons si la música no les estorba a los vecinos (por cierto, también me gustó esa banda, ¡gracias a ti! ¿O a tu hermana?).
4. Quiero aprender a no esperar nada de ti
Mi papá, tu abuelo, dominó ese arte a la perfección. Me llama por Skype, ve mi rostro con amor profundo y se alegra como niño porque me encontró en línea. Si no puedo hablar con él por más de un minuto, simplemente se pone feliz. Y si encuentro media hora para él, su felicidad no tendrá límites. Ha intervenido en mi vida, sí. Junto con mi mamá me explicaban las ventajas de una educación superior. Deseaban mucho que recibiera un diploma, no importa cuál. «Es mi obligación darte una buena educación, -me decía mi mamá- ¡Y luego haz lo que quieras!»
Heredé el mismo punto de vista. Estudia, gánate tu diploma y luego haz lo que quieras. Pero siempre te responderé si acudes a pedir mi consejo.
5. No me debes nada.
He hecho todo lo que he podido y aún más: trabajé en tres sitios distintos al tiempo; me levanté varias veces por las noches al verte enferma y te llevaba al hospital; en lugar de dormir después de un turno nocturno, paseaba contigo muriéndome del cansancio; te cantaba canciones; escuchaba tus historias de escuela acerca de la amistad y enemistad. Lo hacía y lo sigo haciendo no porque sea mi responsabilidad de padre sino porque te quiero. Sabrá Dios cómo será mi vejez, si es que llegue a esa edad porque cualquier cosa puede pasar, pero la vida sucede aquí y ahora. Hay que disfrutar de cada momento feliz. Cuando inicies tu vida adulta, precisamente los recuerdos sobre estos momentos me llenarán de alegría. Y, por cierto, a ti también. Lo más importante es que conservarás este ambiente en tu familia también, estoy seguro de eso.
6. Tienes un hogar.
Las puertas siempre estarán abiertas para ti. Pase lo que pase, siempre estaré a tu lado si lo necesitas. Te apoyaré y te consolaré, te compadeceré e intentaré ayudarte aún cuando no me lo pidas. Y sí, me estaré metiendo en tu vida. Porque nadie tiene derecho a ofender a mi niña. No le permitiré a nadie que te golpee, insulte o humille. Solo mereces el amor (Santo cielo, ¡y eso dice la persona que acaba de gritarte obligándote a cerrar tu Facebook para que empieces a hacer tu tarea!).
7. Tengo mi propia vida.
Pero dejaré todos mis asuntos por ti, sacrificaré mi comodidad por la tuya. No se puede de otra manera porque te amo. ¿Qué más puedo compartir contigo además del amor? ¿Los cuentos de hadas? Los escuchabas con atención los primeros años de tu vida, y luego también. ¿Las canciones? Te las sabes de memoria.¿Las historias de mi vida y tu infancia? Tal vez. Pero en cualquier caso, quiero que sepas: te quiero. Llámame y ven a la hora que quieras. Juntos resolveremos cualquier problema.
8. Tienes tu vida.
Pero, de todas formas, me entrometo ¿recuerdas? Antes de que te cases, nos presentarás a tu futuro esposo, ¿verdad? En nuestra familia somos abiertos y honestos. Todos los días nos recordamos lo mucho que nos queremos, y quiero que la persona que elijas sea igual. Porque con una persona cerrada y tímida batallarías. Claro, puedes hacer lo que te diga tu corazón y el alma. Pero estoy seguro: nuestra relación familiar es tan profunda que, por supuesto, nos gustará tu elección. Si no, bueno… Tendremos que trabajar en nosotros. No somos los primeros ni los últimos, lo superaremos.
9. En la vida de cada persona aparece alguien que empieza a perjudicarla.
No empieces la batalla, no intentes ganarle. Tarde o temprano estarás en su campo y te ganará: te quitará tu negocio, se apropiará de tu idea, te quitará a tu marido o a tu amiga, te creará problemas en el trabajo o hará que todos los compañeros piensen mal de ti. Recuerda, mi niña: no es porque seas mala. Es porque esas personas no pueden ser felices de otra forma, necesitan una víctima. «Te devorarán» y luego se enfocarán en otro. La única manera de defenderte es distanciarte lo más que puedas. Si sucede algo por el estilo, ven a casa, hablaremos. Y lo arreglaremos.
10. El mundo es muy justo
Cada acto bueno que realices regresará a ti con una decena de hechos positivos. Cada acto malo… Sí, exacto. Los malos actos de personas malas también se les regresan. Sé que a veces saberlo no consuela. Pero el mundo siempre está balanceado, e incluso el desequilibrio más fuerte se arregla muy rápido. Por eso, no le hagas mal a nadie, y tampoco te lo harán a ti. Haz actos buenos y volverán a ti. Intenta no responder a actos malos con lo mismo. Estas personas recibirán el castigo de acuerdo al Juicio Superior. Porque Allá Arriba el equilibrio siempre está en observación.
11. No sabemos con seguridad qué es lo que somos capaces de hacer.
A veces parece que ya no hay fuerzas para nada, y de pronto ¡bum!… aparecen nuevas energías. A veces crees que los problemas sin resolver solo te tocan a ti. No. A mí también me tocaron. Y a tu mamá. ¡A todos! Sufrirás, llorarás y aparecerá una solución. ¡Superarás cualquier problema, mi niña! Y por ahí estaremos para ayudarte. Conmigo sí que puedes comentar tus secretos, ¡no le diré nada a nadie! Todo estará bien.
12. No le impongas tus responsabilidades a los demás. En cuanto seas mayor de edad, solo tú responderás por tus actos.
Pero (te lo vuelvo a repetir) jamás renunciaré a ayudarte, haré lo que pueda porque, desafortunadamente, no me estoy volviendo más joven. Por supuesto, debemos ayudarte, tal y como nos ayudaron nuestros padres. Y a ellos, sus padres. Y a aquellos, sus padres también. Es la costumbre familiar, cariño, no temas. Lo superaremos. Por cierto, de la misma forma ayudarás a tus hijos más adelante. Y ellos, a tus nietos.
13. Calcula. Cada acto tiene sus consecuencias.
Puede ser que no puedas adivinarlo todo. Pero intenta calcular las posibles consecuencias al máximo. Cuanto mejor te imagines tus opciones, más sensata será tu conducta (por cierto, es el único punto que copié del mensaje de aquella mujer que mencioné al principio de esta carta).
14. ¡Pase lo que pase, recuerda lo que te acabo de escribir!
Estos 13 puntos, creo, te harán sentir más segura, te harán saber que tienes una familia que te ama y harán tu vida más tranquila y segura. ¡Vive, mi niña! ¡Sueño con que tu vida sea mejor y más alegre, y estaré feliz si logras que así sea!
15. Y otra cosa. Si quieres llorar, ven a casa. Aquí hay muchos hombros para llorar.
¡Siempre ten tu móvil cargado porque en cualquier momento puedo llamarte para recordarte lo mucho que te quiero!
Papá
Autor: Oleg Bulgak