“Es el examen más difícil que el gobierno le ha hecho a los alumnos”, aseguraron los docentes, luego de presenciar el llanto de miles de niños que no pudieron soportar la frustración de “fracasar” en una materia que habían preparado durante tanto tiempo.

Fueron 600 mil alumnos los que terminaron el examen aterrorizados, y el rechazo se hizo notar inmediatamente. Algunos de los comentarios de docentes en la prensa y redes sociales decían:

“Esto ha desmoralizado a todos mis alumnos.” 

“Los textos no eran exageradamente difíciles, pero preguntas como las que se hicieron, yo no había visto nunca para alumnos de esa edad.

 

“Hubo niños que no fueron capaces de terminar la prueba porque las lágrimas habían estropeado las hojas”.

“Incluso los alumnos con mejor rendimiento anterior, no fueron capaces de aprobarlo”

“Las preguntas eran tan complejas que algunos lloraban a los cinco minutos de haber comenzado el examen.  ‘No entiendo las preguntas’, decían”.

Ante todas las críticas, el gobierno británico salió a defenderse y señaló que, “Es necesario asegurar que la comprensión lectora esté bien lograda”.

Últimamente, el tema de la exigencia académica en las escuelas ha sido fuertemente discutido. ¿Estamos enseñándole a los niños lo que ellos realmente necesitan aprender? ¿Estamos conservando el juego, la amistad y el tiempo libre al someterlos a tanta presión? Cabe hacerse la pregunta. Sin embargo, sobre lo que no hay duda alguna, es que ver salir del aula a miles de niños sumergidos en un llanto desconsolado porque no pudieron contestar una serie de preguntas, es fiel reflejo de una sociedad donde priman la competitividad y el exitismo.

Por favor, al menos, dejemos a los niños fuera de nuestros errores, ellos no se lo merecen.