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¡La verdad se vive, no se enseña!

Deshacer la cama con la conciencia tranquila no tiene precio. Porque quien no tiene nada que ocultar, deja las cosas claras desde un principio y opta siempre por la verdad respetuosa antes que por la mentira de doble filo o el engaño piadoso, descansa como un niño y vive como el adulto que entiende y aplica el arte de la honestidad.

Leonard Saxe  nos explicaba que la mentira, tal y como dijo Nietzsche una vez, es una parte más de nuestra vida, y uno de los focos de mayor infelicidad en el ser humano.

Ahora bien, hemos de tener en cuenta que la falsedad tiene muchos matices. Nos referimos a esos instantes en que le decimos a alguien aquello de “estoy bien, por supuesto, no pasa nada. Todo va estupendamente”.

Uno de nuestros mayores problemas es vivir en una contradicción constante. Demostrar armonía cuando lo que sentimos es desesperación, agota. Callar verdades por no ofender, destruye. Disimular injusticias, por miedo a cambiar las cosas, aniquila nuestra autoestima.

Conseguir esa tranquilidad de mente que alivia los tormentos del corazón requiere mucha valentía. Sin embargo, es un ejercicio que debe practicarse a diario, empezando desde las cosas más pequeñas; esas que minan nuestra calma, esas que una por una, construyen el castillo de nuestra infelicidad.

Te animamos a reflexionar sobre ello.001

La tranquilidad de ser honestos no tiene precio

A esta conclusión se llegó en un estudio realizado en la Universidad de Harvard por el doctor en psicología experimental y neurología Joshua Greene. Más que enseñar a los niños a no mentir, lo que de verdad favorece una adecuada convivencia además de una autoestima fuerte, es la necesidad de ser siempre honestos.

“Hay tres cosas que no podemos perder en esta vida: la paciencia, la esperanza y la honestidad”

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La honestidad es escuchar la voz de nuestros valores y vivir en sintonía con ellos, sin esconder nada, siendo siempre congruentes con nuestros principios morales. Por ello, si educamos a los niños desde bien temprano en los pilares del amor, la paz, el respeto y el “autorrespeto”, mejoraremos sus relaciones sociales creando un clima de transparencia y confianza mutua donde todos ganemos.

Los que no ocultamos nada, no queremos que nos oculten

Vivimos en una sociedad donde se valora la verdad pero es la mentira la que vende, la que triunfa y la que se premia en demasiadas ocasiones. Nos referimos ante todo a la falta de honradez, esa que gusta a la prensa amarilla, esa que aplica filtros a la realidad para vendernos cuerpos y escenarios de ensueño. Hablamos también de las esferas políticas, capaces de cautivarnos con verdades a medias o con mentiras enteras.

No obstante, podríamos decir que “casi” nos hemos acostumbrado a estas dinámicas.

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Ahora bien, hay un hecho que está muy claro. Las personas que practican cada día esa sinceridad respetuosa donde nada se queda dentro, donde nada se oculta o se camufla, no siempre reciben lo mismo a cambio. Es más, por curioso que parezca, hay quien ve en la sinceridad un tipo de agresión.

Es necesario recordar en todo momento algo muy importante que nos explican a través de libros como “Lies!, Lies!!, Lies!!!: The Psychology of Deceit“ (Mentiras, mentiras, la psicología del engaño). Las personas que practican el autoengaño, que ven en la mentira su forma de vida y que a su vez son reacias a aceptar que otros los acerquen con respeto hacia la verdad y la realidad de las cosas, tienen una tendencia mayor a sufrir trastornos de ansiedad, estrés y depresiones.

Para concluir, pocas cosas son más saludables para la mente, el alma y el corazón que irnos a nuestra cama con la conciencia tranquila. Quien no tiene nada que ocultar y es siempre congruente con sus valores y principios, navegará por sus océanos vitales en armonía y con una adecuada salud mental.